Montaigne

La actualidad de los grandes autores, como Montaigne, es permanente y múltiple. Pero Stefan Zweig, en un momento en que se ciernen sobre él el drama de la guerra y una íntima y trágica desesperanza, fija su atención en un elemento que es fundamental en el autor de Los ensayos: el esfuerzo por mantener a salvo la propia independencia en una sociedad cada vez más brutal y gregaria. El texto de Zweig sobre Montaigne no es un frío estudio destinado a especialistas, sino una obra emocionada y vibrante dirigida al público habitual del autor vienés. Una obra que Zweig ni siquiera llegó a concluir, porque antes se quitó la vida. A pesar de todo, en vista de la fuerza de este hermoso libro, ¿podemos interpretar que la esperanza de Montaigne se hizo presente en algún momento también en Zweig, y que el gran escritor vienés concibió, a pesar de todo, una nueva aurora para Europa?

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2008 Acantilado
112
978-84-96834-29

Edición de Knut Beck. Traducción de J. Fontcuberta. Prefacio y notas de J. Bayod Brau

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Imagen de aita

Uno de los libros finales del gran Stefan Zweig donde mejor expresa su capacidad de penetrar en el alma de sus personajes, con toda la profundidad de la verdad y con la radicalidad del examen de la vida real.  Leer artículo 1 >>, leer artículo 2 >>

Imagen de JOL

Zweig escribe en tiempos de locura gregaria, como él dice, y busca por encima de todo, conservar la independencia intelectual y moral en medio de una catástrofe de masas. Autor pesimista a fuerza de ser realista, de pensar, pero de carecer de fe vivida. Sí tiene formación cristiana de fondo, sentido común, y una gran cultura. Desde esa atalaya atisba el horizonte y avisa del gregarismo y la masificación, de la irracionalidad y de la inmoralidad, etc. Desgraciadamente dos guerras mundiales le dan la razón. Sin embargo, sus limitaciones religiosas no le permiten tener más esperanza. El suicidio fue su final, comprensible con su pesimismo. Dios sabe más.

En esta semblanza del pensador Montaigne, se aprecian los puntos des conexión de Zweig con el francés, y la comprensión íntima que deriva de ello. En verdad, Montaigne se muestra como un adelantado de su tiempo, un viajero observador y una avidez por conocer y comprender otras mentalidades. En los tiempos que corren , y siempre, Montaigne puede servir de ejemplo de hombre dedicado al bien común, con honradez y sin beneficiarse: maravilla de ser humano dispuesto a servir.

Algunas sentencias son brillantes aunque no es preciso estar de acuerdo con ellas, pues no acierta en todo. En cualquier caso es un hombre del que se pueden aprender muchas cosas, no todas, y un ejemplo de los valores de una buena educación clásica. A la vez se ve su carácter algo anárquico por no haber frecuentado la escuela y la unversidad, al menos a la medida del siglo XVI.

Imagen de JJiménez

"Podemos lamentar no vivir en tiempos mejores, pero no podemos huir del presente".
Esta demoledora reflexión, con la que he topado estos días, no la he encontrado en ningún periódico de tirada nacional, en el discurso soporífero de ningún político; tampoco la he descubierto en boca de ningún sociólogo de turno, mediático, maquillador y cantarín; ni por asomo la he rescatado de ningún anuncio de paparruchas con los que nos bombardea la caja tonta. Este pensamiento, arrojado como una piedra contra el cristal de las apariencias, produce un duro impacto en nuestra conciencia, que despierta como de un sueño apelmazante e hipnótico, en una llamada a la reflexión y a la esperanza. Pero la sentencia de marras no fue escrita precisamente ayer, sino hace ya cinco siglos, por este ahora rescatado en librerías pensador francés, Montaigne, gracias al buen hacer de Jaume Vallcorba y su siempre impecable Acantilado.
Esta sentencia, que nos obliga a situarnos erguidos ante ella para recibir su impacto y su verdad, supuso también un reto personal y biográfico para Stephan Zweig que, en 1942, en su exilio brasileño, se enfrentó a los Ensayos de Montaigne. Pero no como un simple ejercicio literario, sino poniendo en juego mucho más que su intelecto y su buen hacer narrativo: el sentido de su propia vida. Montaigne le arroja también un guante, y Zweig no se arredra, y responde: "uno vive en su propio siglo, aunque no quiera". El autor austriaco ha sido desposeido de su país, de su lengua, de su identidad, de sus amigos, pero no de su capacidad de reflexión y de su voluntad.
1942: el mundo vive una confraglación inabarcable, que nuestra torpe estadística y bibliografía conmemorativa no puede siquiera asumir, sentir, imaginar. De los totalitarismos, de la guerra mundial, del holocausto, de la Shoah... ¿qué nos queda? ¿Qué nos llega? ¿Qué nos toca, el corazón y la inteligencia? Compramos como borregos el best seller de rayas y asistimos emocionados como ladrillos al estreno de la valquiria millonaria... ¿Qué nos jugamos? Nada.
Zweig sufrió la dictadura, la persecución, el exilio, pero su gran reto lo encontró entre las reflexiones de este pensador francés que le interpelaba desde cinco siglos atrás. "Ni siquiera encerrada, el alma puede descansar cuando el país se agita. A través de los muros y las ventanas sentimos las vibraciones de la época; nos podemos permitir una paussa, pero no podemos eludirlas del todo".
A pesar de la distancia y el exilio, Zweig lucha, contra la tiranía y la sinrazón, contra "los dictadores del espíritu que, con arrogancia y vanidad, querían imponer al mundo sus novedades y para quienes la sangre de cientos de miles de hombres nada importaba, con tal de salir victoriosos". La lucha que mantuvo Montaigne la hace suya Zweig, quien ahora, a los que le leemos, nos pasa el testigo. Zweig nos recuerda que Montaigne, "desde lo más profundo de su alma, odiaba a los reformadores profesionales del mundo, a los teóricos y expendedores de ideologías". Han pasado ahora más de sesenta años de estas reflexiones, y el mensaje de Zweig sigue latiendo en nuestras conciencias, para aquellos que creemos en la libertad. Para el austriaco, a pocos meses de su suicidio, Montaigne libró una lucha "por conservar la libertad interior, quizá la lucha más consciente y tenaz que jamás ha librado el hombre".
Sus libros, su obra, sus reflexiones, siguen vivas en nuestras manos, afortunados lectores que disfrutamos con ellas, pero tras estos sus libros late su espíritu y su grito, su llamada una vez más contra las tiranías, las demagogias, las ideologías totalitarias, que siguen presentes en nuestro mundo, con su puño agarrotando nuestras conciencias y nuestra libertad. "Sólo aquel que se mantiene libre frente a todo y a todos, conserva y aumenta la libertad en la tierra". Montaigne late con más fuerza aún en este libro de Zweig, que nos recuerda que lo más difícil del mundo es "vivirse a sí mismo, ser libre y serlo cada vez más".