La busca

Un adolescente en el Madrid marginal. Firmadas en 1904, las novelas de la primera trilogía -la más célebre y para muchos la más intensa del autor- reflejan en toda su crudeza el ambiente miserable y degradado del cinturón lumpen del Madrid finisecular, gusanera humana por donde los personajes de La busca, Mala hierba y Aurora roja arrastran ora su golfería ora sus ensueños políticos, para darnos un testimonio inestimable de la vida urbana y del utopismo doctrinario de la época.

En la segunda, formada por La feria de los discretos, Los últimos románticos y Las tragedias grotescas, novelas publicadas entre 1905 y 1907, Baroja recogió las notas de sus viajes a Córdoba y a París y de sus charlas con supervivientes de los años postreros del romanticismo, para recrear la vida en unas ciudades que eran entonces un auténtico hervidero de conspiraciones.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1972
267
978-84-8130-310-0

La lucha por la vida I. Original de 1904.

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Manuel tiene doce años cuando llega a Madrid, desde el pueblo, para reunirse con su madre. Ella emplea al chico en casa de un zapatero. Pero fallece la madre y el zapatero abandona su negocio por lo que Manuel queda en la calle. Se une a un grupo de golfos y ensaya distintos modos para ganarse la vida, desde ladrón a ayudante de un basurero. Sus andanzas le llevan por todo el Madrid de finales del siglo XIX.

La pregunta es si puede hacerse poesía sobre un objeto miserable, y la respuesta es que sí. Baroja no juzga a sus personajes ni acude a despertar los sentimientos del lector acerca de sus circunstancias dramáticas. Se limita a describir la vida que llevan. El autor también retrata el paisaje: los campos llenos de luz o el sol poniente que incendia el firmamento. Barrios de Madrid, que hoy son plenamente urbanos, como las Ventas, el Puente de Vallecas o la Virgen del Puerto, son las zonas periféricas por donde discurren los personajes. En ocasiones Baroja los describe con cariño, como es el caso del zapatero Ignacio o los traperos Custodio y su mujer, que viven de reunir basuras y revenderlas.

El relato también tiene algo de cuento, tanto por la juventud de su protagonista como por los sucesos que van conduciendo la búsqueda de Manuel de una solución para su vida. La busca demuestra que una novela no precisa de un argumento rebuscado sino que basta con describir un determinado ambiente en el que siempre suceden cosas. En ese sentido nos asombra la capacidad de observación de Baroja cuando ha penetrado en esos círculos.

Gusta leer un texto lleno de casticismos, palabras que quizá hemos escuchado a nuestros abuelos pero que ya no se utilizan. Por ejemplo un pan redondo, candeal (blanco) al que denominábamos libreta, o el verbo amolar (pasar por la muela o piedra de afilar) como sinónimo de fastidiar o perjudicar. Se trata de una novela tranquila, que pide leerse con detenimiento, saboreando las palabras y giros del idioma. Se publicó inicialmente como una novela por entregas en el díario El Globo, lo que explica ciertas discontinuidades en el argumento.

Imagen de Pipa

Es un “clásico” de la Literatura Española en la Generación del 98: hay cierta amargura, frustración, aunque con un tono burlón. Pío Baroja, que en una época de su vida simpatizó con los anarquistas, se muestra anticlerical, crítico con la “moral oficial”, y al mostrar la dureza de la vida, un poco también se compadece. Es buen escritor y sabe estructurar la novela.

Magníficamente escrita, a pesar de que es conocida su anarquía también con respecto a reglas gramaticales: así cae en el “laísmo”, “en el “leísmo”, en prescindir de preposiciones (por ejemplo dice que conocía tal persona, en vez de conocía a tal persona,…), etc…

Su humor “barojiano” es un poco al estilo británico, un poco humor “negro”, trágico.

Comienza su introducción donde describe, como si fuera la suya, “esta perra vida”, utilizando a veces un tono burlón hacia su propia familia, su tío, el exministro Don Ramón Paredes de Fumarade… Refleja la filosofía de su padre (estoica): “Ya que no sirves para nada, estudia para abogado” (p. 228). En realidad él estudió, no muy brillantemente, Medicina. Pero llegó a hacer el doctorado. Aunque luego enseguida colgó la bata para dedicarse a ser escritor. Pero en la novela, cuando él decide serlo y le pregunta a su padre, éste le responde que le parece bien: “es indudablemente la profesión donde hay más idiotas. Por poco listo que seas, yo creo que algo harás”.

Su tío quiso ayudarle y le daba “quince duros al mes”. Pero cuando rompió con él, se burla de “la nobleza de su apellido”. “Los Fumarades fueron unos pelafustantes, unos hambrones,…”

La novela está dividida en tres partes. El narrador-autor adopta una actitud irónica, burlona, y busca la complicidad del lector.

Baroja describe los arrabales de las afueras de la capital, un sub-mundo, lleno de vida propia, ajena a reglas y moralinas. La tarea de sus gentes es sobrevivir cada día. Luchan como pueden para llevarse algo a la boca. Hay poco amor en las familias… No hay tiempo para eso. Aunque dentro de la miseria, algunos lo llevan con más dignidad que otros. La mujer apenas cuenta para nada. Se la puede maltratar como si a ella eso le gustara (qué lejos está de la consideración teórica al menos, que hoy se tiene de la mujer, la igualdad de los sexos, etc…). Hay un desprecio por el trabajo honrado (p. 383), desconocen ideas de deberes y derechos, ni leyes, ni nada… para algunos la fuerza es la razón…

 Con un lenguaje castizo, hoy en día en parte en desuso, describe los prostíbulos o la vida en una “honrada” pensión, con un agudo sentido crítico y  observador. Anticlerical acérrimo, se regodea describiendo el huésped sacerdote, o a las damas que van a dar catequesis los domingos, o “la moral” de la nobleza y de la gente “bien”…; y anárquico: saca lo peor de cada cuál, aunque no falta también en medio de tanta dejadez y miseria, algún rayo de luz, de esperanza en la bondad y la honradez (la madre de Manuel, luchadora y recta, el viejo trapero (que se las da de caballero, pero tiene ciertos valores de honradez y hombre cabal)… Roberto, el estudiante (que aunque lo muestra “razonador dogmático, seco, rectilíneo” –características del propio Pío Baroja- también es pragmático e interesado). Y el propio Manuel, ¡pobre chaval!, al que mandan para Madrid desde el pueblo, a ver si allí hace algo por la vida… ¡Qué mal lo pasa!... Todo el mundo del golferío de Madrid es el entorno en el que se mueve… unos verdaderos delincuentes, algunos inmunes a toda sensibilidad, asilvestrados totalmente… Pero Manuel, en medio de ese infierno, es diferente, y quiere salir de ahí. No en vano el título va de esto: de la búsqueda de una salida digna a una situación límite. El término La busca, que aparece por primera vez en la p. 353, era un término que “se empleó mucho” en el tiempo del escritor: gente que vivía de la busca, que iba a la busca, etc…

La novela es dura. Y hay ratos en los que uno se pregunta qué hace uno leyéndola. Sin embargo, la descripción de la  miseria del Madrid de fines del siglo XIX y principios del XX, te aporta unos datos interesantes para comprender –ya fuera de la obra- la gran labor que muchas almas altruistas y generosas hicieron en su día a favor de sacar a esta gente de la miseria y llevarlos hacia una vida con dignidad. Se me viene a la cabeza personajes de la historia como Poveda, o Josemaría Escrivá, o algunos jesuitas detacados.

Creo, no obstante, que para leer esta novela se tiene que tener una cierta formación y madurez.

Imagen de Ran

En esta novela, Baroja, se nos presenta como un autor consagrado y con un fino olfato para calar y reflejar las situaciones más lacerantes del Madrid de su época.
La narración corre fluida, el léxico cuidado y sin culturismos que desentonarían con la trama y el tenor del relato; y unos personajes bien caracterizados, con una perspicacia y destellos picarescos que los hace de carne y hueso.
La novela refleja el ambiente de los barrios periféricos del Madrid de principios del siglo XX, donde se hacinan los desheredados, sin fe, ni cultura, ni medios materiales, donde se sobrevive gracias a la picaresca y el pillaje.
Por tanto abunda la picaresca y el reflejo de una miseria inhumana que arrastra a sus protagonistas a una vida que no merece llamarse como tal.
Relata todos los vicios, timos, prostitución , amancebamiento, aborto suicidio, asesinato, etc. Incluso, en la persona del estudiante, ya apunta a la “cultura del pelotazo” para resolver su vida sin trabajar. A falta de oportunidades, el trabajo es en la mente de los pilluelos como una maldición.
Buena novela sobre la que pesa el laicismo del autor que relata todas las situaciones de la vida de los bajos fondos sin crítica ni esperanza. Dios apenas si se insinúa en la muerte de la madre dl protagonista (la Petra); y la moral sólo se atribuye a un perro que defiende las posesiones de su amo ante las pretensiones de los pillos de allanarla.
El contraste lo pone el personaje central “Manuel” que presenta una bondad natural, un tanto ingenua, por contrapunto al cieno que rezuma toda la obra, y que finaliza con la decisión del protagonista de vivir “de día” trabajando, abandonando la vida “de noche” de los ya perdidos.
Para terminar, para enmarcar la obra dentro del plan de formación de los alumnos de bachillerato, aconsejaría un comentario por parte de profesores o tutores, para conseguir un buen aprovechamiento de esta novela.

Imagen de rodri

Este es el tipico libro que te mandan leer en el instituto y todo el mundo pasa de leerse, pero este es distinto: es interesante.
Pio Baroja te descubre un Madrid de principios de siglo, en el que solo sobreviven los que son "mas listos que los demas", y muestra un "oficio de los de antes", la "busca".
El estilo caracteristico de Baroja, muy realista se siente en esta novela con toda su fuerza, haciendola una de sus mejores y mas conocidas novelas