La isla de coral

Constituye la obra más famosa de Robert Michael Ballantyne, creador de la "novela de supervivencia". Se narra la historia de Ralph, un niño que desde la infancia ha sentido el deseo incontenible de conocer los exóticos mares del Sur y que, al llegar a los quince años, decide cumplir sus sueños y se enrola en el Arrow con la intención de tener un viaje aventurero pero plácido. Los acontecimientos transcurren, sin embargo, de una manera muy distinta a la esperada. Cuando el barco se acerca a la Isla de Coral, se desencadena una terrible tempestad y el barco naufraga. Del terrible evento sólo emergen como supervivientes Ralph y dos amigos, Jack y Peter Kin. Para desgracia suya, tendrán que sobrevivir con un equipo que se reduce a un telescopio y una navaja rota. Pese a lo difícil de la situación, los tres amigos consiguen ir creando las condiciones que les permitan resistir hasta el momento en que puedan recibir ayuda, aunque no por ello dejen de padecer peligrosas adversidades.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2001 Espasa juvenil
272
978-84-239-9064
Valoración CDL
3
Valoración Socios
3
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Imagen de Constanza

Desconcertante novela que cuenta con tranquilidad pasmosa y sobriedad un conjunto interminable de aventuras sorprendentes. Tiene algo que ver con obras como Robinson Crusoe o El señor de las moscas. Abundan las consideraciones morales, en general, planteadas con prudencia y acierto.
Se me hizo un poco larga al final. Me llamó la atención encontrarme con la idea de Lewis (creo que la comenta en "Una pena en observación") de que la fe es una cuerda que a veces hay que poner a prueba. Lo dice un marinero al borde de la muerte que no tiene fe:
—Bill —le dije—, aunque tus pecados sean rojos como el carmín, se tornarán blancos como la nieve. Basta creer.
—¡Que basta creer! —exclamó Bill, incorporándose en la almohada—. He oído a los hombres hablar de creer como si fuera una cosa fácil. ¡Ay! A un hombre le es muy fácil señalar una cuerda y decir: "Creo que resistirá mi peso", pero es muy distinto agarrarse a esa cuerda y balancearse con ella al borde del precipicio. (pág. 208)