La guerra de los mundos

"Nadie hubiera creído, en los últimos años del siglo XIX, que a nuestro mundo lo observaban minuciosamente inteligencias mayores que las del hombre, aunque mortales como él; que, mientras los hombres se ocupaban de sus diversos asuntos, alguien los vigilaba y los estudiaba, quizá tan detalladamente como un hombre con un microscopio podría vigilar a las pequeñas criaturas que medran y proliferan en una gota de agua. Con infinita complacencia, los hombres fueron de un lado a otro por el planeta ocupándose de sus pequeños asuntos, seguros de su dominio sobre la materia. Tal vez los microbios que vemos al microscopio hacen lo mismo. Nadie pensó que los mundos más antiguos del espacio pudieran ser fuente de peligro para la humanidad. Sólo pensamos en ellos para desechar la idea de que pudieran albergar vida. Es extraño recordar los hábitos mentales de aquellos días. Cuando mucho, los hombres se imaginaban que en Marte vivían otros hombres, quizá inferiores a ellos y dispuestos a recibir emisarios terrestres. Pero a través de las enormes distancias espaciales, unas mentes que son a las nuestras como las nuestras a las de las bestias, unos intelectos vastos, fríos y crueles, miraban a la Tierra con envidia, y, lenta pero inexorablemente, fraguaron planes contra nosotros. Entonces, a principios del siglo XX, se produjo la gran revelación".

H. G. Wells
La guerra de los mundos

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2005 De bolsillo
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Novela de anticipación y de aventuras publicada en 1897. El siglo XIX había sido el siglo de la industrialización y de los descubrimientos tecnológicos que invitaban a imaginar lo imposible. Todavía vive y sigue publicando Julio Verne, el autor de anticipación por excelencia. El protagonista de la novela es un filósofo que se dispone a escribir un artículo sobre "Desarrollo probable de las ideas morales en relación con el progreso material" (págs.18 y 275).

Todavía no ha comenzado el filósofo a poner por escrito su respuesta a esta cuestión, cuando se entera de que unos marcianos han aterrizado cerca de Londres y están destruyéndolo todo. De algún modo Wells está dando respuesta a la cuestión planteada: el progreso científico y tecnológico -en este caso de los habitantes de otros mundos- puede llegar a ser muy destructivo; tanto como para propiciar una invasión de la Tierra. Han transcurrido ciento veinticinco años desde que se publicó "La guerra de los mundos" y los temores de Wells se han visto parcialmente confirmados. Entre otras cosas el desarrollo tecnológico ha servido para desarrollar armas de destrucción masiva.

En su huída de los marcianos el protagonista se va a encontrar con un sacerdote y un militar. El sacerdote termina por volverse loco. Sus convicciones no le han preparado para encajar la realidad de pánico y destrucción que está viviendo: "¡Es justo, Dios santo! -decía una y otra vez-. Es justo. ¡Caiga el castigo sobre mí y sobre los míos! Hemos pecado, hemos caído en la tentación. Había pobreza y sufrimiento; los pobres eran pisoteados en el polvo y yo seguí mi camino. Locuras eran mis predicaciones" (pág.213). Finalmente el filósofo termina matando al sacerdote. Teme que sus gritos delaten la  presencia de ambos a los marcianos.

Resulta simbólica la muerte de la religión a manos de la filosofía, que tendría lugar en el siglo XX. Wells se plantea el desarrollo probable de las ideas morales, pero cien años más tarde muy pocos se plantearán la existencia de unas ideas morales. Estas habrán sido sustituídas por una filosofía de vida individual y unas ideologías vividas como si de religiones se tratara. Es lo que simboliza el militar que encuentra el protagonista, un poder que pretende decidir quiénes han de vivir y a quiénes se ha de sacrificar para tener tranquilos a los marcianos.

Termina la guerra y el protagonista se reencuentra con su esposa y su primo a los que daba por perdidos; la única recompensa a la que puede aspirar el hombre después de sus luchas es una familia a la que ame y a la que se pueda sentir unido. Otra suposición de Wells que cien años más tarde se iba a poner en tela de juicio. La llamada sociedad del bienestar no se refiere a la familia sino al individuo. Si prescindimos de estas claves para entender la novela, ésta no pasa de ser una novela juvenil, de marcianos, bien escrita y que alcanza momentos de gran intensidad.

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La gran revelación a la que alude Herbert George Wells se produce cuando un ejército marciano hostil invade la Tierra en naves extrañas dotadas de armas que escupen rayos verdes de destrucción. ¿Te suena conocido? Es que los rasgos generales de La guerra de los mundos se han imitado muchas veces en programas de televisión y películas.
Wells escribió su obra por la época del furor de los canales de Marte y quizá contribuyó a la obsesión humana con el Planeta Rojo. También definió el tono de los relatos acerca de encuentros interplanetarios de los siguientes decenios: superiodidad tecnológica de los invasores, hostilidad y guerra.
En 1938 el cineasta estadounidense Orson Welles tenía un popular programa de radio que consistía en adaptar obras de teatro y literatura a ese medio. El 30 de octubre de ese año Welles transmitió una adaptación de La guerra de los mundos . Al principio de la transmisión un locutor indicó que empezaba el programa y cedió la palabra a Welles. Entonces éste empezó sin más a recitar las primeras líneas de la novela (las que encabezan esta página) en tono dramático. Alguien que hubiera encendido la radio cuando hablaba Welles aún podría haber distinguido que se trataba de una ficción.
Pero la adaptación que hizo Welles no era una simple lectura del texto de su casi homónimo Wells. La historia estaba disfrazada de programa musical interrumpido por informes noticiosos de que unos astrónomos acababan de ver unas extrañas explosiones en Marte. Luego un reportero entrevistaba a un astrónomo, que decía que no podía explicar qué estaba pasando. Al rato se veía caer del cielo un meteorito en Nueva Jersey. Después resultaba que era un objeto cilíndrico descomunal. Se reunía mucha gente para verlo hasta que el aparato se abría y del interior salían unas criaturas monstruosas. Se oían gritos, el reportero vociferaba. La atmósfera de la transmisión era de un realismo total. Los que no oyeron el principio del programa pensaron que un ejército marciano estaba invadiendo el mundo.

El programa de Orson Welles produjo histeria en masa. Hubo quien se encerró en el sótano de la casa con pistolas. Otros se pusieron toallas mojadas en la cara para protegerse del gas venenoso de los marcianos. El programa fue motivo de escándalo e indignación cuando se reveló la realidad. También demostró el poder de una narración bien hecha. Fue uno de los momentos más gloriosos (y terribles) de la historia de la radio.