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Atención a los pobres

Celebrábamos hace pocos días a San Camilo de Lelis, un santo dedicado a los pobres. Fue militar y posteriormente se convirtió al cristianismo y comenzó a dedicarse a cuidar a los necesitados. Fue ordenado sacerdote y fundó una sociedad destinada al servicio de los enfermos. Conocemos a varios santos que vivieron totalmente pendientes de los pobres. San Francisco de Asís es paradigmático, pero mucho más cercana está la Madre Teresa de Calcuta, con una dedicación ejemplar a los pobres en la India. El Papa Francisco no hace más que recordarnos la importancia de la misericordia, quizá sobre todo en Occidente, donde hay tanto derroche de dinero y tanto contraste entre ricos y pobres.

El sentido de mi vida

Uno de los muchos temas que se tratan en “Cristianos en la sociedad del siglo XXI”, esa larga e interesantísima entrevista que Paula Hermida le hace al Prelado del Opus Dei, es el que se refiere al querer de Dios para cada persona. O sea, si lo pensamos un poco, lo más triste que podría pasar a cualquiera de nosotros es que no supiéramos para que estamos sobre la tierra. Lo que nos da vida, lo que nos da alegría, lo que nos llena, es saber que nuestra vida tiene sentido. ¿Cuál es el sentido de mi vida?

Los pobres y los ricos de Dickens

El hecho de que estemos celebrando los 150 años de la muerte de Dickens supone que en las librerías encontramos nuevas ediciones de todos sus libros, en lugares visibles y, desde luego, tentadores. Un autor del que, quien más quien menos, ha leído algo, a pesar de que sus libros son de muchas páginas en su mayoría. Pero el autor inglés es amable en sus relatos, incluso cuando se trata de ambientes pobres, a veces miserables.

El virus del libro

Considerando la importancia que tiene para nuestras vidas el hábito de lectura, podríamos considerar que el virus a afectado, de un modo bastante generalizado, al libro. Concretamente al afán de leer. La avalancha de medios telemáticos, con expresiones muy diversas, ha producido una tendencia perniciosa a ver vídeos, ver mensajes, oír conferencias por zoom, y horas y horas de conversaciones telefónicas. Todo ello, en principio, puede ser bueno en sí mismo, aunque se sirve muy cercano a contenidos muy inconvenientes.

¡Distánciate!

¡Déjame en paz, vete lejos! Pon tierra por medio. Esa persona es peligrosa, no te dejes engañar. Ponte lejos de mí, me molestas. Algo así es lo primero que pensaríamos si alguien nos dijera esa palabra con fuerza, con intención, con intensidad. ¡Distánciate!

Familia numerosa

Chema nació en una familia de 14 hermanos. Vivía en con su familia en Cantimpalos y luego en Segovia. Su padre tenía un negocio floreciente, pero apenas tenían dinero para un capricho. Desde muy joven aprovechó cualquier oportunidad para ganar unas pesetas para sus gastos mínimos. Vivió en un ambiente cristiano y amable y desde luego no se le ocurría pensar que les sobraba ningún hermano, como podemos leer en este espléndido libro “Chema Postigo. El hombre que hizo volar su corazón”.

Obligación de participar en la misa

En el tiempo de confinamiento no ha sido posible ir a las iglesias y los buenos cristianos han buscado alguna de las diversas posibilidades televisivas para no perderse, aunque fuera a distancia, la posibilidad de vivir con intensidad la liturgia. En varias ocasiones he oído la expresión: “en casa hemos visto la misa todos”. Esta expresión es tan inexacta como la otra utilizada habitualmente: vamos a oír misa.

Sacramento del Matrimonio

Tenía un aspecto muy juvenil, pelo muy largo -modelo pandemia- y le pregunté si vivía con sus padres. Con una sonrisa divertida me enseñó el anillo y me dijo, estoy casado. En medio de tanta confusión como existe hoy para expresar los diversos modos de arrejuntamientos, oír, así de claro y deslumbrante, estoy casado, me produjo una gran alegría. Añadió el muchacho: mi mujer está embarazada.

Refugiados en Occidente

Refugiados. Emigrantes. Dos palabras que utilizadas sin una reflexión pueden parecer iguales, pero la verdad es que son bastante distintas. He leído varias historias de refugiados. Dos de niños, que acaban bien: “En el mar hay cocodrilos” y “Correr para vivir”. Dos historias que se originan en lugares bien distintos, Afganistán y Sudán del Sur, pero con protagonistas similares: niños de unos diez años. Niños que tienen que huir, abandonar su familia, para no morir a manos de enemigos. Acaban en EE. UU. y en Italia, y son acogidos. Historias reales.

El mundo sin sonrisas

Nos hemos quedado sin sonrisas. Así, como el que no quiere la cosa, llegó el virus, nos tapó la boca y nos dejó sin la amabilidad del gesto. Quizá no nos dimos cuenta nunca de este detalle. Vas por la calle y, si estás en tu barrio, como el que no quiere la cosa, como lo más natural, saludas a Marino, el trabajador de la gasolinera, del otro lado de la calle, que te sonríe de oreja a oreja, y pasas junto al quiosco y haces un pequeño gesto de amabilidad, que lleva consigo una leve sonrisa, a la quiosquera. Y te encuentras con Airedín, el rumano de la esquina pidiendo limosna, y le das algo o no, pero la sonrisa suya y la mía que no quede.

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