El librero de París y la princesa rusa

En Paris, a comienzos de los años sesenta, tiene lugar esta curiosa historia acerca del idilio entre una princesa rusa y un selecto librero cuyo local está situado en el barrio judío de Marais. La narradora, a modo de testigo presencial, relata una atracción romántica que se expresa a través de los libros, siempre ejemplares de calidad literaria y no precisamente novedades sino libros antiguos. Sus protagonistas desprenden un halo de misterio e irrealidad, sin acabar de definirse sus vidas y trayectorias; solo destaca su complicidad libresca y algún detalle espigado de su pasión amorosa.
Como en otras obras de Mary Ann Clark Bremer, la prosa destila elegancia y lirismo, recursos con los que construye este peculiar argumento. Lo importante aquí no son los acontecimientos o el desarrollo lineal ni tampoco los factores temporales ya que todo parece flotar en un escenario irreal. Su autora plasma sobriamente escenas mínimas, sutiles conversaciones, instantáneas a modo de fotografía y un recorrido sentimental matizado con cierta sensualidad. La atmósfera del París de los sesenta, la literatura del siglo XVIII y cierto aire de intriga se enlazan en estas páginas en las que se hace un homenaje a la belleza.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2014 Periférica
64
9788492865901
Valoración CDL
3
Valoración Socios
3.666668
Average: 3.7 (3 votes)
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Género: 
Libro del mes: 
Mayo, 2014

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Comentarios

Imagen de amd

~~Con este sugerente  título y en apenas sesenta páginas, la autora cautiva y sorprende con una “bella” historia de amor, un amor imposible quizá. En este breve relato, ya con un estilo personal muy marcado, se pueden apreciar las mismas características que aparecen en sus obras anteriores más conocidas: Una biblioteca de verano y Cuando acabe el invierno.
 A partir de los años 70 (cuando la autora ya había cumplido los cuarenta años), comienza a escribir sus memorias en forma de breves novelas, que le van a servir como desahogo del dolor y la tristeza que han impregnado su vida (la muerte de sus padres al final de la Segunda Guerra Mundial, el fallecimiento de su esposo…). Partiendo de sus propias experiencias, recoge fragmentos de vida narrados entre el diario y la novela, la autobiografía y la ficción, con un estilo literario muy atractivo próximo al de Virginia Woolf, una de sus escritoras favoritas.
 Y es que en esta obra las referencias literarias y artísticas son fundamentales para comprender mejor el argumento y el sentido final del texto. No se pueden olvidar las alusiones continuas a La casita de Jean-François de Bastide o a Los mandarines de Simone de Beauvoir, así como a las novelas de Virginia Woolf o de Katherine Mansfield, que están entre las preferidas de la narradora y de la propia princesa protagonista: una forma magistral de conocer más literatura a través de la misma literatura. 

Imagen de acabrero

En algún momento de la lectura de este pequeño libro pensé que estaba ante una historia mínima como excusa para un derroche de belleza literaria. ¡Qué pocas veces nos encontramos con un libro que nos enamora por sus expresiones! La última vez con “Al faro” de Virginia Wolf. Ahora con Mary Ann Clark. Experimentar la emoción de leer, sin más, me lleva siempre a acordarme del traductor. Como casi siempre, un nombre desconocido, y sin embargo qué valioso. Después, cuando ya sobrepasé la mitad del relato, me acogió la emoción de la breve historia de unos días. Una historia de amor, una historia de libros, una historia de personas sensibles ante la belleza.

Podríamos decir que es el típico libro de regalo. En estos tiempos de crisis, poca gente se gasta más de 10 € en un librito minúsculo. Por eso es especialmente aconsejable para un obsequio. Está claro que un regalo a un buen lector. Lo agradecerá siempre.