Leonora

Estaba destinada a crecer como una rica heredera, pero desde pequeña supo que era diferente, que su capacidad de ver lo que otros no veían la convertía en especial. Desafió las convenciones sociales y rompió cualquier atadura religiosa o ideológica para conquistar su derecho a ser una mujer libre, personal y artísticamente. Leonora Carrington (1907-2011) es hoy una leyenda, la más importante pintora surrealista.

Leonora vivió una turbulenta historia de amor con el pintor Max Ernst. Con él se sumergió en el torbellino del surrealismo, y se codeó en parís con Dalí, Duchamp, Miró , Breton, Picasso. Por Max enloqueció cuando fue enviado a un campo de concentración. A Leonora se le confinó en un manicomio de Santander, del que escapó para conquistar Nueva York de la mano de Peggy Guggenheim. Se instaló en México y allí culminó una de las obras artísticas y literarias más singulares y geniales. 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2011 Seix-Barral
512
9788432200328
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Imagen de Azafrán

Elena Poniatowska nos ofrece una biografía de la pintora surrealista Leonora Carrington, nacida en una familia anglo-irlandesa propietaria de una industria química. Leonora se rebela contra la voluntad de su familia que desea verla casada con el heredero de una familia muy influyente también en Inglaterra y huye a París siguiendo su deseo de dedicarse a la pintura. Su espíritu rebelde y aventurero se había conformado durante su infancia y adolescencia con frecuentes rebeldías tanto en el hogar como en los centros de estudio.

En París, Leonora Carrington se une a los pintores surrealistas y se va a vivir con Max Ernst, casado, quien no duda en abandonar a esposa e hijo para convivir con una joven Leonora que tenía la edad de su propio hijo.

La vida bohemia que vivió Leonora en París le supuso romper relaciones con su padre. Esta ruptura condicionó su vida hasta el extremo que ya en su vejez reconoció que su padre estuvo en el origen de su actividad creadora.

Su madre, sin embargo, la protegió en todo lo que pudo y acudió a visitarla siempre que estuvo en dificultades y le ayudó económicamente. Por ejemplo, cuando Max Ernst y Leonora deciden abandonar París y vivir en el sur de Francia, la madre de Leonora acude en su auxilio y le compra una casa y una finca para que cultiven la vid y fabriquen su propio vino.

Por el libro desfilan los componentes del grupo de surrealistas que frecuentan la casa de Max y Leonora así como otras personalidades del mundo de las letras y de las artes como la rica Peggy Guggenheim. Peggy compra a los pintores surrealistas todas sus obras y las vende en New York. También financió sus billetes para salir de Francia a la llegada de los nazis después del 45. Muchos de ellos eran considerados subversivos y fueron encarcelados y enviados a campos de concentración. Tal fue el caso de Ernst Max, la pareja de Leonora.

El primer paso en la huída era España, y desde España, algunos viajaron a New York y otros a diferentes países hispanoamericanos. Leonora salió de Francia y llegó a Madrid. El estado psicológico  de la joven Leonora había sobrepasado la normalidad. Siempre había sido excéntrica y había hecho su voluntad sin control ni restricción, tampoco en su vida sexual. La detención de Max fue la gota que la desequilibró. A su llegada a Madrid, su falta de control y el hecho de pertenecer a una familia muy influyente, determinó la decisión del embajador de recluirla en un manicomio en el que sufrió un tratamiento durísimo de Cardiazol que recordó durante toda su vida. De allí se escapó y se refugió en la embajada de México donde conoció al diplomático  Renato Leduc con quien se casó y así consiguió salir para New York.

En New York volvió a coincidir con los pintores surrealistas y otros artistas ya conocidos en París. La experiencia en el manicomio le ayudó a comprender que la vida al lado de Ernst Max no contribuía a su equilibrio y por lo tanto le rechazó cuando se volvieron a encontrar en New York. Decidió viajar con Renato Leduc a México.

La vida en México fue muy dura pues no conocía el idioma pero poco a poco fue haciéndose un círculo de amistades que le ayudaron a superar su soledad También conoció a otros pintores como a la española Remedios Varo, refugiada política, con la que estableció una larga e íntima amistad.

Abandonó a Renato Leduc y se casó con el húngaro Emerico Wiesz, Chiky, que se convertirá en el padre de sus dos hijos. Con Chiky vivió su vida en México, hasta las revoluciones en la universidad de 1968, en las que tomaron parte sus hijos. Leonora, por alejar a sus hijos del difícil momento político de México se trasladó entonces a New York de nuevo. Pero durante su matrimonio con Chiky tuvo otros amantes reconocidos públicamente, como el cirujano Álvaro Lupi,  y su marido, igualmente visitaba a una amiga de Leonora, Katy.

Los hijos fueron educados en un ambiente de irreverencia religiosa, de rechazo religioso y de ideas libertarias, en contra del matrimonio, a favor del aborto, y en contra de la Iglesia Católica.

Leonora vivía en inestabilidad psicológica pese a su total independencia. Su marido le ayudó a la crianza de los hijos. Leonora pintaba y poco a poco consiguió hacerse importante dentro del mundo de la pintura. Vendía todos sus cuadros en New York sin problemas y los mexicanos comenzaban a descubrirla.

Cuando sus hijos universitarios se trasladaron a los EEUU, Leonora trasladó su estudio a New York y desde allí conseguía verlos y hablar con ellos frecuentemente. Chiky se quedó en México.

La inestabilidad de Leonora la llevaba a consultar a psicólogos y adivinos. Ella misma se aplicaba las artes ocultas, la cábala por ejemplo y no tomaba ninguna decisión sin consultar con sus adivinos.

Elena Poniatowska ha conseguido transmitir el ambiente cultural en el que se desarrolla el surrealismo y el pensamiento libertario en cuanto a relaciones sociales y sexuales así como sus conductas irreverentes con la religión, especialmente con la católica aunque admitían toda clase de creencias mágicas y buscaban apoyo en otras religiones como el budismo. En el caso de Leonora Carrington, no sabemos si sus angustias y depresiones y sus episodios de locura se debieron a esa vida o si eligió esa vida precisamente por esas circunstancias.

Al final del libro, Elena Poniatowska, nos cuenta la amistad de Leonora con una joven que presumía de rebelde, descreída y libertaria. Leonora le dirige estas palabras:

  • En St. Martin d’Ardèche descubrí lo que los conserjes de Paris llaman folie à deux. ¡Y que las emociones sirven para un carajo!
  • Pero si lo pienso bien, México me hizo lo que soy porque si me quedo en Inglaterra o en Irlanda no habría añorado el mundo de mi infancia como lo hice aquí… Lo que pinto es mi nostalgia.
  • A lo largo de mi vida, deshacerme de Dios, de las convenciones, de Max, de Renato, de Chiki, de Edward, de Álvaro ha sido duro. A mi edad empieza a preocuparme lo que viene después de la muerte.