La herencia de Eszter

Esther es una mujer soltera que vive tranquilamente hasta que un día aparece un amigo de la familia que en un tiempo pasado había destruido a la familia de Esther y la había traicionado a ella, así que se instala en su casa y Esther se encuentra con sentimientos contradictorios ya que esta enamorada de él y ve como éste acaba de nuevo con su vida.
Esta muy bien escrito.

Salamandra
2000

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2000 Salamandra
166
84-7888-567-6

Título original: Eszter Hagyateka.Traducción del húngaro: Judit Xantus

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Imagen de Pipa

Esta pequeña novela, inquietante, más por los personajes que por la forma de estar escrita, se lee con rapidez, esperando encontrar "otra" reacción en los protagonistas.

Deja perpleja que a lo largo de la novela, una serie de personales heridos, dan carta de natural a lo inaguantable.

Aplastados por un destino intocable resulta fatalista, anulan el poder salir adelante a unos personajes que pese a tener carácter, se dejan hundir ellos mismos.

Imagen de Azafrán

Todos sabemos que el amor, el verdadero, el que encuentra su felicidad en hacer feliz al otro, es algo maravilloso. Por eso bajamos las defensas en cuanto nos parece descubrir ese sentimiento hacia nosotros en otra persona. El problema surge cuando esa persona no viene ofreciendo amor verdadero. Viene ofreciendo algo que no está dispuesto a dar, viene a engañar y a robar la buena fe y la entrega de buenos sentimientos. Y ese sentimiento maravilloso se puede tornar en algo autodestructivo: perdemos confianza en nosotros mismos cuando nos sentimos engañados y tendemos a encerrarnos para prevenir otro desengaño; entramos en una melancolía que busca como consuelo el sufrimiento del desengaño y nos incapacita para amar a otros –“los amores sin esperanza no terminan nunca” pág 34-; nos humillan tanto esos desprecios que podríamos llegar a confundir la realidad de lo que sería una reconciliación bien intencionada con otro escenario de “más de lo mismo”, situación perniciosa que nos conduciría a una depresión o a la autodestrucción.
Esa es la situación en la que Sándor Márai sitúa a Eszter, solterona de 45 años que vive su soledad consolándose con el recuerdo de un amor que pudo haber sido pero que no fue, tal vez por el engaño de su propia hermana. No obstante, en la lejanía reconoce que Lajos no es un buen hombre para compartir la vida. Es un mentiroso compulsivo que no ha hecho más que sacarle dinero y todo cuanto tenía en las sucesivas visitas que hace a la casa de su cuñada Eszter. No sólo se ha aprovechado de ella; también de todas las personas que viven en el pueblo.
Comienza el relato con el anuncio de que Lajos vuelve después de veinte años. Y el lector conoce, a través de los principales protagonistas, hasta qué punto se trata de un hombre traicionero e infame. Tanto egoísmo provoca en el lector un sentimiento de compasión hacia Eszter y su anciana amiga Nunu, con la que comparte la casa y el jardín. El lector intuye que Lajos viene a quitarle lo último que le queda, la casa y el jardín, su medio de subsistencia. El clima que consigue crear el autor empuja al lector hacia el final del relato con el deseo de averiguar si la protagonista es capaz de decir “no” al sinvergüenza Lajos. El lector encuentra a un personaje, Endre, notario y protector, con el que se siente identificado. Asiste al diálogo que Endre sostiene con Eszter, con la esperanza de poder ayudarla.
Pero Eszter vive un amor sin esperanza; lo ha vivido demasiados años y por la posibilidad de alguna migaja de ese amor, acepta ser desposeída de la casa y del jardín.
Una historia de autodestrucción que merece la pena ser comentada así como merecería la pena recordar que somos capaces de ejercitar la voluntad si nos lo proponemos y superar las situaciones adversas en las que la falsedad de otras personas nos pudiera colocar.

Imagen de enc

Hay obras y autores que envejecen con el tiempo. Es el caso de Sándor Márai y "La herencia de Eszter". Los personajes son vivos, reales; la prosa perfecta, pero no podemos comprender los problemas que plantean. Lajos es un cínico que había cortejado a Eszter, pero termina casándose con su hermana Vilma. Arruina a la familia y cuando Vilma muere desaparece con los hijos de ambos. Veinte años más tarde vuelve para aprovechar lo único que se había salvado de la ruina: la casa familiar. Lajos tiene deudas con una prestamista y ésta le exige que Eva, hija de Lajos y sobrina de Eszter, contraiga matrimonio con el hijo de la prestamista. Para salvar a Eva Eszter está dispuesta a poner en venta la casa, único techo que las cobija a ella y a su tía Nunu. Se considera culpable –Lajos y Eva se lo hacen ver así- por no haberse casado con este canalla al que amaba y haber permitido que contrajese matrimonio con su hermana Vilma. Lajos es el perfecto relativista: los actos no importan si la intención es buena y su intención ha sido siempre buenísima: salvarse él y dejar a los demás en la estacada. Eszter es una mujer de buena familia de aquella época que si no se casaba no podía esperar más de la vida; víctima perfecta de calaveras y familiares sin escrúpulos. La novela no aporta nada salvo la limpia escritura de Sándor Márai. Es la novela "romántica" de la primera mitad del siglo XX.

Imagen de Rubito

Es la segunda novela que ahora se vuelve a reeditar en diversos lugares de Europa, después de que "El último encuentro" sorprendiera por su notable calidad, hace apenas un año.

Es, como aquella, una magnífica novela de personajes. También muy parecida en el planteamiento y resolución, se distingue de "El último encuentro" en el tema: allí la amistad rinde cuentas, aquí es el amor, después de veinte años, lo que se plantea como inevitable y tremendo. Un amor entre una noble mujer madura y el hombre que entonces quiso, siempre bala perdida y ahora viudo de su hermana. Se trata de un amor muy sinuoso, pero auténtico y total. En los dos relatos, los protagonistas narradores que están en el último tramo de la vida, recuerdan y hacen balance de una existencia separada de aquellas personas que la marcaron con la separación. Les acompañan otros dos personajes secundarios - paralelos en las dos novela, incluso en sus nombres : Nini en la primera, Nunu en la segunda -, llenos de ternura y perspicacia. Éstos también representan las dos maneras de afrontar la vida, la de los que quedan entre los muros de una vieja y noble casa, entre muebles y recuerdos de un pasado brillante - de alguna manera remeda y evoca al caducado esplendor del Imperio Austro-Húngaro - y la de los que se van huyendo a vagabundear por el ancho mundo exterior y acaban por regresar para dar cuenta de su periplo existencial. Unos y otros son personajes sólidos, muy bien retratados, por completo convincentes y capaces de expresar unas historias que llegan al fondo, para dejar el poso de la buena literatura y el recuerdo de las buenas novelas.

( de Ángel Garcia Prieto)

Imagen de bengue

La herencia de Esther es un libro un poco angustioso, en el cual prácticamente todo son desgracias.
Esther está enamorada de Lajos, un amigo, que está casado con su hermana Vilma, al morir ésta, Lajos se lleva toda la herencia que le corresponde a Esther, dejándola solo su casa, donde tienen un jardín gracias al cual salen adelante. Un día Lajos regresa y empieza a contarle historias a Esther que ella no se traga y entra en una gran confusión de sentimientos de forma que accede a sus peticiones.
Es una novela bastante guapa para leer.

Imagen de cdl

Existen heridas que el tiempo no puede sanar y seres abocados a la derrota, habitados por un amor que se instala en el centro de sus emociones para ocupar toda una vida en su autodestrucción. De esa fatalidad se ocupa esta hermosa y extraña narración, protagonizada por una mujer madura, Eszter, que ya no espera nada sino la muerte y quiere recordar la historia determinante de un día de su vida, en que fue desposeída de sus esperanzas, un día en el que vuelve a aparecer Lajos, el amor de su vida, viudo de su hermana, tras años de ausencia.
Escrita en primera persona, como un testamento emocional y psicológico, Eszter va desgranando una existencia truncada, talada de raíz en sus más legítimas aspiraciones. Como si de una novela de suspense se tratara, el lector no puede detenerse en la narración, que se configura en un crescendo del inexorabilidad. El regreso de Lajos, el mentiroso, fascinante y vividor, le recuerda a Eszter su mediocre y tranquila vida: "Sentí que sólo lo que caracteriza a un ser humano -su fuerza, su manera de comportarse- hace revivir en sus adversarios unos determinados momentos de sus vidas pasadas" (página 60). Y de esta manera repasa su existencia, las personas que han habitado sus años malgastados. También esos muertos que parecen acabados, pero que un día reaparecen y vuelven a actuar en nuestras vidas.
Con precisión de entomólogo, la narradora va diseccionando los comportamientos, el carácter de las personas que la rodean en ese día decisivo, en los desaparecidos que también interactúan en el desenlace final. Hace recuento de su vida y erige su derrota como si de un pendón de victoria se tratara. Ese pesimismo resignado impregna la aceptación de su destino, la fatalidad de un amor que la ha marcado hasta el final: "En la vida nada llega a tiempo (...). Sin embargo, un día nos damos cuenta de que todo ha ocurrido determinado por un orden perfecto (...)" (páginas 142-143-).
Sándor Márai, nacido en la ciudad húngara de Kassa, hoy perteneciente a Eslovaquia, en 1900, es un autor que ha sido descubierto en nuestro idioma cuando Emecé (ahora Salamandra) publicó El último encuentro hace un año, su novela más conocida, escrita en 1942. La herencia de Eszter, redactada en el simbólico año de 1939, se anticipa en el estilo depurado, exacto y muy personal que más extensamente desarrollará nuestro autor. Sea muy bienvenida esta necesaria recuperación de una escritura que analiza la psicología de sus personajes hasta el límite, porque hasta en la historia más anodina de un hombre nos encontramos en el territorio fronterizo de las pasiones del ser humano, en su esencia. Márai en esta novela nos acerca a los confines de esa indagación, a la metáfora terrible del individuo y su relación con el otro en una época que resume las contradicciones del siglo XX: "el tiempo lo quema todo en nosotros, todas las mentiras. Lo que queda es la realidad" (página 136).