A flor de piel

El 30 de noviembre de 1803, una corbeta zarpa del puerto de La Coruña entre vítores y aplausos. En su interior viajan veintidós niños huérfanos cuya misión consiste en llevar la recién descubierta vacuna de la viruela a los territorios de Ultramar. Los acompaña Isabel Zendal, encargada de cuidarlos. Los héroes de esta descabellada expedición, dirigida por el médico Francisco Xavier Balmis y su ayudante Josep Salvany, sobrevivirán a temporales y naufragios, se enfrentarán a la oposición del clero, a la corrupción de los oficiales y a la codicia de quienes buscan lucrarse a costa de los desamparados. 

Si al final esta aventura se convirtió en la mayor proeza humanitaria de la Historia, se debió no sólo al coraje de aquellos niños que se vieron abocados a salvar las vidas de tantísima gente, sino también al arrojo de los dos directores, hombres sin miedo que se disputaron el amor de la única mujer a bordo. 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2015 Seix Barral
478
9878432224942
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Imagen de Azafrán

Un hecho histórico filantrópico, la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, constituye el hilo conductor de este largo relato.El protagonista, el doctor alicantino Francisco Xavier Balmis, hijo y nieto de barberos sangradores, ambicioso y trabajador, se propone su ascenso social mediante el estudio y la investigación. Primero como sanitario en el ejército y posteriormente como investigador, como expedicionario en México y como universitario a su regreso a Madrid, dedica su vida por entero a su ideal, sin considerar en absoluto a los más próximos, su familia. Abandona por completo a una mujer con la se casó para evitar ir al ejército y al hijo de ambos. Abandona a las copleteras y artistas con las que se relacionó en México.Todo y todos aquellos que no están en su programa de trabajo y ascenso son relegados y olvidados.En España reinaba Carlos IV, blando de carácter, cazador y relojero. El imperio en el que no se ponía el sol estaba próximo a su fin. Los virreinatos de América y las Filipinas vivían momentos difíciles en los que la mortandad a causa de la viruela no solo diezmaba la población, sino que además era causa de revuelos y luchas que buscaban la separación de la metrópoli.Carlos IV quiere hacer algo portentoso por las zonas alejadas de su imperio: quiere atender a la petición de ayuda contra la viruela. Habla con su ministro Manuel Godoy sobre la posibilidad de enviar una expedición de médicos que puedan aplicar los últimos descubrimientos del doctor inglés Edward  Jenner, quien en su informe relataba el procedimiento de la variolización. Este procedimiento consistía en inocular pus infectado de viruelas de las vacas, una vez demostrado que el virus de la viruela bovina inmuniza definitivamente contra el de la viruela humana.La aportación del doctor Balmis al progreso de la ciencia consistió en descubrir de qué forma se podría transportar ese fluido hasta todos los rincones del imperio ya que llevar vacas infectadas en las naves de la época a través de los océanos era imposible.Blamis propuso al rey Carlos IV transportar dos niños inoculados con el virus de la vacuna y cuando el pus alcanzase el momento adecuado, transferir a otros dos niños el virus hasta llegar al nuevo continente. Junto al fluido transportado por niños vacunados, el doctor preparó un elaborado plan de formación para los sanitarios que atendían las lejanas zonas del imperio a fin de mantener la vacuna indefinidamente hasta la erradicación total de la enfermedad que tuvo lugar en 1951.Para llevar a cabo tal empresa solicitó al rey no solo apoyo económico. También le acompañaron otros sanitarios como el doctor Salvany que ya iba enfermo de tuberculosis y que murió en Cochabanba, Argentina, sin conseguir llegar a Buenos Aires.Entre el personal que ayudo a Balmis iba Isabel López Gandalia cuya vida es investigada por el escritor y utilizada para crear la tensión entre los dos doctores de la expedición a la sazón ambos enamorados de aquella.Isabel, pobre de solemnidad, entra al servicio de un empresario coruñés, enriquecido con el comercio con las colonias. Ayuda en la casa y cuida de los niños. Pero en sus ratos libres conoce a un granadino que la engatusa y abandona embarazada. Isabel no sabe cómo decir a sus señores lo que le pasa cuando la señora contrae la viruela y es ella quien va a atenderla hasta que consigue salvar su vida. Los señores ayudarán a Isabel a tener a su hijo y le facilitarán la posibilidad de solucionar su vida ofreciéndole el trabajo de rectora de un hospicio. Es ahí donde coincide su vida con la del doctor Blamis quien busca niños huérfanos para portar el virus hasta Méjico.Así Isabel se incorpora a la expedición con la promesa de una recuperación social de su situación de madre soltera al darle documentación en la que aparece como madre adoptiva de su hijo. El doctor Balmis pide al rey que se proteja a los niños una vez llegados a Méjico y se les facilite una buena familia de adopción así como formación.La novela describe todos los avatares de la expedición desde su salida de Coruña, durante el viaje, la llegada a las Antillas, a Cuba, a Venezuela y la separación del grupo en dos: Blamis e Isabel irán hacia Méjico y posteriormente a Filipinas; y Salvany y otros dos ayudantes hacia el sur, Ecuador, Perú, Chile Bolivia y Argentina.El territorio es ingente y el relato resulta demasiado repetitivo: las autoridades locales intentaron llevar la vacuna antes de que llegara la expedición de la corona bien por granjearse favores del pueblo a quien tenían explotado o bien para negociar con ella y venderla.Por otra parte, los personajes apenas evolucionan y cuando lo hacen no es para mejorar. Así Isabel, engañada y abandonada por un granadino, se enamora del médico enfermo Salvany con el que no habrá futuro. Se enamora y está dispuesta a tener relaciones con él. Balmis lo descubre y escinde el grupo. Isabel no se siente atraída por Balmis quien se muestra siempre frío y desconsiderado con los niños y con los compañeros de expedición.No obstante, el autor sitúa a la enamoradiza Isabel en los brazos del obispo de Puebla, Méjico, en una convivencia habitual y lo justifica con la labor social que desarrolla el prelado en defensa de los más necesitados. Atribuye el nombre de Isabel Cendala Gómez, que lleva la Escuela de Enfermería de Puebla al mismo personaje Isabel, ayudante de Balmi y amante del obispo. Y salva el carácter tedioso de la investigación histórica con la tensión que crea Isabel en sus relaciones con los doctores y después con el obispo de Puebla.Una vez recibidos los honores y agasajos por el éxito de la expedición, el doctor Balmis pide a Carlos IV que se asegure del bienestar de los huérfanos gallegos que quedaron en Méjico. Todos fueron bien integrados en familias pudientes y su formación atendida. El único punto negro, casualmente, se dio en uno de los niños adoptado por un sacerdote de quien huyó por ser sometido a pedofilia.​​