La primavera de Múnich

Durante la primera semana de junio de 1962, 118 españoles antifranquistas del interior y del exilio, vencedores y vencidos de la guerra civil, se reunieron para trazar una hoja de ruta que trajese la democracia a España en el contexto de un proyecto europeísta. La dictadura represalió a los asistentes y bautizó el encuentro como el Contubernio de Múnich. Este libro reconstruye el origen, el nudo y el desenlace de este episodio de la historia democrática de nuestro país, enmarcándolo en los debates ideológicos de la guerra fría. A través de las figuras de un revolucionario profesional condenado al olvido, Julián Gorkin, y un socialdemócrata de pasado totalitario, Dionisio Ridruejo, que viajará de Madrid a México, de París a Nueva York y de Múnich a Toledo, el libro relata un intento de alternativa al Régimen franquista y esclarece las causas de su fracaso. Entre la política y la literatura, con material inédito procedente de diversos archivos, Jordi Amat dibuja el retablo coral de una época gris y convulsa, en la que destaca la actividad intelectual desarrollada a través del Congreso por la Libertad por la Cultura; en su origen una operación dirigida y financiada por la CIA. Asimismo el autor cuestiona el relato sobre los orígenes de la Transición democrática, desvinculándola de la actividad de aquellos luchadores por la libertad, que no obtuvieron el reconocimiento público por sus sacrificios y su entrega, cuando por fin hubo democracia en España.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2016 Tusquets
479
9788490662427
Valoración CDL
3
Valoración Socios
3.5
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Para los que nacimos y crecimos bajo el franquismo, la historia de España en el periodo 1939-1975 constituye un inmenso agujero negro. Si atendemos a lo poco que los historiadores nos cuentan sobre esa época, aquí no pasó nada durante treinta y cinco años. La realidad es que pasaron muchas cosas, generalmente buenas. Fundamentalmente que el país se desarrolló y con él todas sus clases sociales. Hubo paz y estabilidad.  Creció exponencialmente el número de universitarios, así como la población urbana con vivienda en propiedad. España y los españoles tuvieron una relación más o menos fluída con el resto de Europa. Hubo información sobre lo que ocurría en el resto del mundo, se podían hacer viajes turísticos y culturales fuera del país y España recibió a millones de extranjeros que realizaron una aproximación, aunque sólo fuera física y económica, a los nacionales.

Es verdad que no hubo libertades públicas y que los opositores al Régimen fueron perseguidos con mayor o menor saña, pero hay que tener en cuenta que muchos discrepantes eran hijos de personas comprometidas con el Régimen, por ejemplo de militares y políticos. No cabía mucha dureza con ese tipo de gente. La palabras nefastas eran comunistas y comunismo. También los socialistas y nacionalistas se llevaron alguna bofetada que otra. Los militantes de la democracia y el europeismo estaban excuídos de las instituciones, los medios de comunicación y la docencia. Durante la mayor parte de ese periodo la Iglesia católica jugó un papel estabilizador y de refuerzo del franquismo, y algunos miembros de una Prelatura católica casi desconocida, el Opus Dei, se integraron en las universidades y el Gobierno jugando también un papel estabilizador.

Jordi Amat se ha tomado la molestia de investigar aquellos años desde la perspectiva de la oposición liberal y democrática al franquismo. El lector se enterará con asombro de que la oposición democrática a Franco estuvo impulsada y financiada por la CIA. Los Estados Unidos tenían una buena relación con Franco, pero no se sabía cuánto iba a durar el Régimen y temían que los comunistas monopolizaran la oposición. Por lo tanto se decidieron a impulsar y financiar una plataforma democrática de oposición al franquismo. La tapadera de esta oposición democrática fue un llamado Congreso para la Libertad de la Cultura, con sede en París. Desde el exterior lo dirigía Julian Gorkin, pseudónimo de un antiguo revolucionario de la época de la Guerra Civil, después anticomunista. Dentro del territorio español, Dionisio Ridruejo fue la cabeza visible de la oposición al Régimen; había sido falangista y Ministro de Franco durante la guerra civil y evolucionado hacia la socialdemocracia. La Presidencia de ese Congreso la ostentaba Salvador de Madariaga, un republicano y liberal gallego afincado en Oxford, con excelentes contactos con los exiliados y muy apreciado por el Movimiento Europeo.

La misión del Movimiento Europeo por la Libertad de la Cultura consistió en aunar y poner en contacto a los exiliados españoles no comunistas en América y Europa: republicanos y monárquicos, socialistas y liberales, nacionalistas gallegos, catalanes y vascos. De la misma forma promover la oposición al franquismo dentro del país y relacionar a los opositores del interior con los del exilio. El Congreso publicó libros, revistas, folletos y programó reuniones de publicistas y escritores en España y fuera de ella. Una iniciativa interesante fueron las reuniones Castilla-Cataluña para intelectuales de ambas regiones. Estas tenían la finalidad de discernir, y en la medida de lo posible superar, las reclamaciones catalanas que habían envenenado la II República. Bastaría citar esta iniciativa para que demostrar el espíritu conciliador y constructivo que animaba al Congreso para la Libertad de la Cultura.

El culmen de sus actividades se produjo en 1962, cuando bajo el patrocinio del Movimiento Europeo se convocó un Congreso en Munich al que asistieron ochenta opositores no comunistas del interior y treinta y ocho del exilio. La información oficial lo denominó el contubernio de Munich. Este aprobó las medidas que debería adoptar España para ser considerado como un país democrático, participar en las Instituciones europeas y en la CEE. Entre otros requisitos se deberían respetar los derechos y libertades individuales, reconocer la libertad sindical y de prensa, y, a petición de los nacionalistas, "la personalidad de las distintas comunidades naturales". Tuvo especial importancia la aceptación que se hizo en Munich de la Monarquía como forma de Estado bajo la que debería realizarse este proceso democratizador.

Amat niega que Munich fuera el precedente de la Transición democrática que se produciría en España a la muerte de Franco, trece años más tarde. Lamenta la falta de reconocimiento de la joven democracia española a aquellos luchadores por la libertad que se dejaron el patrimonio y la vida en el intento. Pienso que el libro es interesante para historiadores y para los que hemos vivido durante el franquismo. A ratos la lectura puede resultar algo ardua; por ejemplo el Prólogo resulta difícil de entender hasta leer la totalidad de la obra y averiguar que se trata de un homenaje al último luchador  comprometido con el Congreso por la Libertad de la Cultura, un desconocido llamado Pablo Martí Zaro, al que dejaron solo con su lucha y las deudas de todos, y que falleció en el año 2000.

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Aproximación histórica bastante completa al contubernio de Múnich. aunque con algunas imprecisiones. Leer artículo...