Idea imperial de Carlos V

Cuatro ensayos del autor el primero de los cuales da título al volumen. Los dos siguientes profundizan en la realidad histórica y origen de distintos romances de la literatura castellana medieval: "Leyenda de la Condesa traidora" y "El romanz dell Infant García". En el último, "Adefonsus Imperator toletanus", el autor precisa algunos datos sobre el sitio y conquista de Toledo por ese monarca; utliza para ello la Dahira de Ben Bassan, texto hispano-árabe descubierto entonces en Marruecos y divulgado por Lévi-Provençal.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1940 Espasa Calpe - Colección Austral
165
978-84-322-0492
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En 1519, recién ceñidas las coronas de Castilla, Aragón y Navarra, el joven Carlos tiene el ánimo dividido. Ha fallecido su abuelo, el emperador Maximiliano I, y Carlos ha sido elegido para sucederle. Solicita fondos a las Cortes de Castilla para ir a tomar posesión del Imperio. Los procuradores se preguntan, con razón, porqué han de pagar la toma de posesión del soberano de un reino distinto y lejano. El consejero de Carlos y Obispo de Badajoz, el doctor Mota, manifiesta ante las Cortes: "Este imperio no lo aceptó Carlos para ganar nuevos reinos, pues le sobran los heredados; aceptó el imperio para cumplir las muy trabajosas obligaciones que implica, para desviar grandes males de la religión cristiana y acometer la empresa contra los infieles enemigos de nuestra santa fe católica, en la cual entiende emplear su real persona" (pag15). Con este argumento convenció a los castellanos.

No cabe duda que Carlos I fracasó en su empeño de erradicar el protestantismo de centro-europa. Su contribución más importante en este sentido fue la convocatoria y desarrollo del Concilio de Trento, dirigido a definir la fe católica contra los disidentes. Por lo demás tuvo que transigir en la Paz de Augsburgo con que cada príncipe abrazase la confesión de su preferencia y que esta elección vinculase a sus súbditos ("cuius regio, eius religio"). Desengañado, Carlos cedió el imperio a su hermano Fernando.

En "La leyenda de la Condesa traidora" y el "Romanz dell Infant García" el autor pone de relieve cómo los reyes castellano-leoneses se consideraban sucesores del antiguo reino visigodo y mantuvieron el empeño de restaurarlo expulsando a los árabes de la Península. Por contraposición, denomina "pirenaicos" al resto de los reinos cristianos y en determinado momento los apoda "francos" o franceses. Menéndez-Pidal no los considera plenamente comprometidos con la reconquista y la reunificación peninsular. El título de "emperador" que utiliza el rey de León, sugiere esta idea de supremacía de León sobre los otros reinos cristianos.