Ordesa

El libro más personal de Manuel Vilas.«Son dos verdades distintas, pero las dos son verdades: la del libro y la de la vida. Y juntas fundan una mentira.»En Ordesa, Manuel Vilas narra una historia personal con una intensidad similar a la que recorre su poesía: el pasado, el desvanecimiento de dos familias, la muerte de los seres queridos, las ausencias y la lejanía de los que ama, la España en la que vive y aquella en la que creció, los recuerdos, la sensación de desarraigo... Con una voz valiente y transgresora, mezclando realidad y ficción, prosa y poesía, el autor construye un relato en el que todos podemos reconocernos y recorre en él el camino inverso desde el presente inequívoco hasta el origen imaginado.Escrito a ratos desde el desgarro, y siempre desde la emoción, este libro es la crónica íntima de la España de las últimas décadas, pero también una narración sobre todo aquello que nos recuerda que somos seres vulnerables, sobre la necesidad de levantarnos y seguir adelante cuando nada parece hacerlo posible, cuando casi todos los lazos que nos unían a los demás han desaparecido o los hemos roto. Y sobrevivimos.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2018 Alfaguara
392
978-84-204-3169
Valoración CDL
3
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3
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Imagen de cattus

El libro está bien escrito y refleja el amor del autor a sus padres, aunque no oculta sus debilidades, pero el trasfondo es bastante pesimista, como ocurre con buena parte de la literatura actual: se parte del ateísmo y, con ese principio que parece incuestionable, el recorrido sobre el hombre y su existencia no puede ser muy alentador. El autor tuvo muy poca formación religiosa y parece que a sus padres les ocurrió lo mismo, por lo que parece que juzga el catolicismo por unas experiencias negativas del colegio en el que estudió. Leer artículo >>

 

Imagen de Azafrán

Manuel Vilas escribe un libro autobiográfico cuyo tema principal es la nostalgia que le producen los recuerdos de los familiares fallecidos, especialmente el recuerdo de sus padres.

“No me importa exhibir la vida de mi padre. Aunque en España nadie quiere exhibir nada. Nos vendría muy bien escribir sobre nuestras familias, sin ficción alguna, sin novelas.” Pág. 127

Aún queriendo ser objetivo, el autor somete la realidad a su memoria y a su concepción de la vida. Esto implica una cierta subjetividad inevitable. Para Manuel Vilas, España debiera ser una república con aires marxistas y así lo desliza en esta obra:

“Cualquier día de estos Beethoven (Felipe VI) perderá el control político y regresará la República a España, porque España es un país de contrastes, es imprevisible. Y cada cuarenta o cincuenta años España se divorcia de sí misma.

Cualquier día de estos abre un telediario con la cabeza de Beethoven en una picota.” Pág. 236

Manuel Vilas se confiesa anticatólico, a pesar de que su infancia la pasó entre curas.

 “El gran enemigo de Dios en España no fue el Partido Comunista, sino la Iglesia católica. Setecientos millones de curas diciendo misa… Escribo porque me enseñaron a escribir los curas. Setecientos millones de curas. Esa es una gran ironía de la vida de los pobres de España: las debo más a los curas que el partido Socialista Obrero Español.” Pág. 186

El otro tema fuerte es el de la pobreza ligado a un fuerte anhelo de prosperidad. La familia de su madre era campesina. La de su padre vivía de un comercio en la zona rural de Huesca. Abundan los recuerdos ambivalentes de sus progenitores que siendo de clase media-baja querían aparentar y vivir como si fuesen de la burguesía alta. Y las consecuencias de querer vivir por encima de sus posibilidades generan en el autor rabia e impotencia.

“(Mi madre) Adoraba las perfumerías. Tuvimos más de una airada discusión. Iba a una perfumería de ese centro comercial y se compraba cremas de trescientos euros.” Pág. 92

“Mi padre tenía muchos trajes… Guardaba sus trajes en un armario rojo… Era una sucesión de trajes que evocaba una sucesión de hombres poderosos: todos en sus perchas: todos perfectamente planchados… Durante el franquismo, la clase media-baja llegó a la posesión de algún traje, es decir, una camisa blanca con corbata, un pantalón de tergal y una americana.” Pág. 101

“Éramos niños en la nieve. Con nuestros equipos de esquí, que eran equipos económicos. Yo llevaba un chubasquero.

El chubasquero era amarillo. La gente rica tenía anoraks, los chubasqueros eran ropa de gente más humilde. Casi me muero de rabia por no tener un anorak como los ricos.” Pág. 117

El momento político que correspondía a la España de los años 70-80, final del franquismo y comienzos de la democracia coincidió con los estudios universitarios del autor. Por entonces, la política redistributiva y de atención social era limitada. Se pagaban pocos impuestos y por lo tanto había menos para repartir entre las clases bajas. No obstante, fue un momento en el cual los estudiantes que provenían de la zona rural cobraban unas becas de estudio muy superiores a las ayudas que, por el mismo concepto, recibieron los estudiantes de ciudad.

“Recuerdo el año 1983… Creo que los pisos costaban entre veinte y veinticinco mil pesetas al mes. Los había también de dieciocho mil, incluso de quince mil, pero alejados del centro.

Éramos tres estudiantes pobres, con nuestras becas a cuestas… Alquilamos uno que nos costaba veintiocho mil pesetas.” Pág. 56

Esas ayudas le permitieron conseguir un título universitario y presentarse a las oposiciones de secundaria, tras las cuales se dedicó a la enseñanza de Lengua Española en un Instituto de Formación Profesional. Todos sabemos lo que supone enseñar a adolescentes. Es una tarea difícil, muy difícil. A esa época corresponden los siguientes párrafos:

“Recuerdo que me desperté a las siete y media de la mañana de un 10 de septiembre de 2014. Iba a solicitar mi baja, me marchaba. Llevaba veintitrés años dando clases den institutos de enseñanza secundaria, ya no podía más… Ahora iba a vivir del viento.” Pág. 110

“Solo era otro trabajo alienante… La alienación laboral se camufla, pero sigue estando allí, como en el siglo XIX… Y todo se descompone… Y aquellos compañeros enloquecieron de medianía y adocenamiento y humillaban y despreciaban a sus alumnos. Aquellos chicos eran humillados y ofendidos por los profesores, esos mediocres con rencor hacia la vida. No todos eran así.” Pág. 111

“Y recuerdo haber contemplado la destrucción de la adolescencia por parte de aquellos energúmenos de profesores.” Pág. 112

“El complemento directo representaba al proletariado de la sintaxis, tenía que cargar con la acción del verbo.” Pág. 113

“Practicaba una explicación marxista de la sintaxis… Estoy siendo injusto: el único aliado leal de la redención social de los españoles desfavorecidos es el profesorado.” Pág. 114

De nuevo una ambivalencia. Por un lado, experimenta lo difícil que es la tarea de integrar a las nuevas generaciones en una sociedad cuyos valores están sufriendo un cambio vertiginoso y por el otro, aprecia la tarea de los profesores que son la única oportunidad que tienen las clases más desfavorecidas de superar su situación carencial. El hecho es que el autor renuncia a su puesto de profesor que, por otra parte, es su fuente de ingresos. A esta renuncia parece sumarse el divorcio y la separación de sus hijos. Y una situación en la que la desesperación le condujo a la embriaguez.

Tras la muerte de sus padres se sume en la soledad. Ordesa, el valle desde el que se contempla el Monte Perdido, se convierte en la alegoría de su soledad.

“Mi corazón parece un árbol negro lleno de pájaros amarillos que chillan y taladran mi carne como un martirio. Entiendo el martirio el martirio es arrancarse la carne para estar más desnudo; el martirio es un deseo de desnudez catastrófica.” Pág. 252

Una soledad que vive lejos de su mujer y de sus hijos y de acuerdo con su concepción del matrimonio monógamo.

“Los matrimonios de larga duración no creo que valgan la pena, entiendo que esta afirmación es exagerada, pero la renuncia a las pasiones también es una exageración del sacrificio razonable. Algunos antropólogos dicen que la monogamia o es natural. Esa feria interminable de infidelidades entre hombres y mujeres, de malentendidos dolorosos, está detrás de la imposición de a monogamia. Los matrimonios de larga duración los inventó tal vez el capitalismo eclesiástico.” Págs. 338 y 339

Una soledad que le ha transformado en un extraño para su familia, para sus creencias religiosas tradicionales y para su entorno social.

“Jamás había pasado un Viernes Santo viajando en un coche. Siento una liberación. Es como si hubiera desertado de la historia de España… Cuando murió mi tío no le mandé flores. No voy al entierro y ni siquiera mando flores: siempre desertando de mis obligaciones, siempre fallándole a mi familia. Siempre culpable… Pagamos por no haber sido fieles a la idea de la familia, que dio gravedad al hombre sobre la tierra… Es como haber comprendido que la soledad es la ley de las montañas. La ley de Ordesa. La niebla sobre las cumbres.” Págs. 340 y 341

Imagen de polvorista

Una notable narración del poeta y escritor Manuel Vilas. Podríamos decir que es una historia de nostalgias. Tomando pie de su vida recoge todo la segunda mitad del S. XX y la época actual. Sus padres, sus tíos, sus hijos y sus recuerdos vestidos de sensaciones y vivencias con un tono de pérdida, pero también dando color y vida a lo que ya no es. Un tanto impío y triste pero con cariño. Un poco desesperanzado y resignado, pero magistralmente descrito.