El capitán del Arriluze

La Guerra Civil española vista por un vasco, el capitán de la marina mercante Poli Barañano. Fue capitán y copropietario del Arriluze, un mercante matriculado en Bilbao, dedicado a la navegación de cabotaje.

En julio de 1936, en la base naval de Cartagena, le son confiadas a Baraño determinadas mercancias y pasajeros. La conjunción de ambos factores, carga y viajeros, supondrá la pérdida del barco y costará la vida a su capitán.

El autor, nieto de Poli Barañano, quiere demostrar la hombría de bien de éste que murió fusilado en El Ferrol el 29 de agosto de 1936.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2018 Penguin Random House Grupo Editorial S. A. U.
395
84.663.8320.2
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Luís de Lezama es un sacerdote de origen vasco, residente en Madrid y nieto del protagonista del libro, Poli Barañano. Hay un interés personal del autor en escribir la historia de su abuelo de una forma objetiva. Ello, junto con el tiempo transcurrido desde los hechos y el uso de fuentes de primera mano como puede ser su propia madre, proporciona a esta obra una rara objetividad sobre un tema tan controvertido como es la Guerra Civil española.

Una serie de circunstancias se unieron para quitar la vida al capitán del Arriluze: La absurda e ilegal misión que le fue confiada en el Arsenal de Cartagena sin explicar al capitán cual era la mercancía que iba a transportar; la profesionalidad de Barañano que, una vez aceptada la carga, se empeñó en llevarla a su destino a pesar de las dificultades; y la crueldad de la guerra que hizo que Poli, católico y ajeno a la contienda, fuese fusilado sin juicio el 29 de agosto de 1936. Lezama subraya la lealtad del capitán al régimen de la Segunda República.

Resultan muy interesantes algunos juicios que hace el autor sobre la situación de España en ese momento y que pone en boca de su protagonista. Así, considera poder legítimo el de la Segunda República; reprocha a los sindicatos haber pedido más de lo que las empresas -en este caso de transporte marítimo- podían dar, lo cual, junto con la inseguridad, provocó la crisis del sector y un alto nivel de paro. Afirma que durante la República lo único que deseaban los partidos políticos era hacerse con el poder y no se preocuparon de cumplir las promesas que habían hecho a su electorado. Algo así encontramos hoy en España. Por último denuncia la intervención de don Juan March, poderoso naviero mallorquín, en el desorden existente en el sector.

El autor sugiere algo que es difícil de creer, que los nacionalistas vascos eran ajenos a la política que se hacía en el Estado; que éllos eran sobre todo profesionales y católicos, algo que el resto de los españoles no comprendía. Así, antes de ser fusilado, el capitán Barañano pide un sacerdote, lo que lleva a preguntar a los carceleros: "¡Cómo!, ¿los nacionalistas creen en Dios?". Después hemos podido comprobar que ni todos los nacionalistas son como Barañano ni todos los españoles como el verdugo García Rendueles; y que es la política lo que oscurece las conciencias.

Desearía puntualizar lo siguiente: El autor considera a la República de 1931 como un poder legítimo; sin embargo sabemos que existe una legitimidad de origen y una legitimidad de ejercicio. Si bien la República del 14 de abril -"la gloriosa"- pudo gozar de legitimidad de origen a pesar de la forma tan curiosa como se constituyó (unas elecciones municipales y la renuncia del Rey), no había transcurrido un mes cuando se produjo en Madrid la quema de iglesias y conventos ante la indiferencia del Gobierno. Ello, junto a otras circunstancias similares, privó al régimen republicano de su legitimidad de ejercicio.

El libro está muy bien escrito y es agradable de leer, no obstante el autor multiplica innecesariamente las circunstancias que acompañaron el último viaje del Arriluze y de su capitán. Sobre todo en Huelva donde Barañano se encuentra con unos masones que intentan ganarlo para su causa, después con una especie de bruja o pitonisa que le pronostica la muerte, para finalmente participar en una sesión de espiritismo. Barañano murió junto a su segundo de a bordo, un tal Antero, que no quiso separarse de su capitán y que es poco recordado en esta obra.