"Jesús

de Nazaret" (II). Una clave introductoria

 

El libro del Papa tiene un prólogo al que

ya nos hemos referido. Viene después una introducción que es una

clave de interpretación. Explica el autor que el Deuteronomio, el

último libro del Pentateuco, nos pone en la pista para comprender la

figura de Jesús. En él se promete a Israel un nuevo

Moisés.

 

Moisés es considerado como el profeta por

excelencia, y aquí conviene distinguir -como hace Ratzinger- las dos

visiones distintas de la profecía, tanto en el Antiguo Testamento, como

en la comprensión del creyente actual. Muchos confunden profeta con

adivino. Sin embargo las tendencias de los israelitas contemporáneos de

Moisés y los posteriores, a los augurios, las adivinanzas o la magia,

son condenadas por Dios en la Escritura de modo explícito y repetido.

 

El verdadero sentido del profeta es el hombre

que vive de la fe. La faceta esencial que se subraya en Moisés es que

"hablaba con Dios cara a cara". A pesar de todo en el libro del

éxodo (33,20) Dios dice a Moisés: "Tú no

podrás ver mi rostro". Siglos después, y tras una intensa

actividad de diversos profetas, unos falsos y otros muy santos, la

añoranza del pueblo y de sus doctores, que se recoge también en

la Escritura, "no ha aparecido un profeta como Moisés",

manifiesta que hay una espera del Mesías. Queda patente por lo tanto que

la salvación del Pueblo no fue la llegada a la Tierra Prometida. Pronto

vieron que no alcanzaban la paz deseada. Lo que verdaderamente esperan es a ese

Profeta como Moisés, el Mesías, que sí podrá ver el

rostro de Dios. Esta es la clave para entender a Jesucristo, de quien se dice

que pasaba la noche entera hablando con su Padre Dios.

 

Y aquí está la gran novedad: en

ese ver a Dios cara a cara del Hijo están involucradas la conciencia y

la voluntad humanas, el alma humana de Cristo, "de manera que la

oración del hombre llega a ser participación en la

comunión del Hijo con el Padre". Es la grandeza de la

Encarnación y lleva a una conclusión que nos implica: "el

discípulo que camina con Jesús queda involucrado junto con

él en la comunión con Dios. Y esto es lo que verdaderamente salva:

trascender los límites del ser hombre". Nuestro trato íntimo

con Dios en la oración es la gran consecuencia de la Encarnación.

 

Ángel Cabrero Ugarte

 

 

Para leer

más:

 

Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, La esfera de los libros, 2007


href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=6341">http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=6341

Juan Chapa, 50

preguntas sobre Jesús
, Rialp 2006


href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=4741">http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=4741

Francisco Fernández-Carvajal,
style='mso-bidi-font-style:normal'>Vida de Jesús de acuerdo con los

relatos evangélicos, Palabra 1997


href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=2630">http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=2630

Romano Guardini,
style='mso-bidi-font-style:normal'>El Señor, Cristiandad 2005


href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3904">http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3904