Amar al mundo apasionadamente



            Se
han cumplido recientemente 40 años de la Homilía pronunciada por
San Josemaría Escrivá de Balaguer en el campus
de la Universidad de Navarra (el 8–X–1967.) y ediciones Rialp ha publicado una reedición de esa
homilía con unas interesantes introducciones del teólogo Pedro Rodríguez
y del Prelado del Opus Dei,
Mons. Javier Echevarría.


            Un
de los momentos más intensos de esa Homilía se condensa en esta
sencilla y profunda afirmación: "
En la línea del horizonte, hijos míos,
parecen unirse el cielo y la
tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros
corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria"(n.116).
Efectivamente, es preciso que los cristianos nos esforcemos en llenar de amor a
Dios todos nuestros quehaceres, hasta los más sencillos. Y eso implica
esfuerzo y dedicación.
Es
preciso comenzar y recomenzar, tantas veces cada día. Como le gustaba
repetir al Fundador del Opus Dei:
2año nuevo, lucha nueva". No hay lugar al piloto
automático.


            Precisamente
estos días he releído un tratado del primer Arzobispo de Granada
después de la toma de la ciudad en 1492. Fray
Hernando de Talavera, escribe una obra dedicada a la  Condesa de Benavente, donde le
enseñaba a dedicar tiempo a Dios cada día. El planteamiento era dar
el diezmo de la jornada a Dios: dos horas y media. Ahí radica el giro
que propone San Josemaría: se trata de dedicar a Dios todo el
día: "
debéis comprender ahora –con una nueva claridad– que Dios os llama a servirle en y desde
las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio,
en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra
universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de
familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada
día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las
situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros
descubrir" (n.114).


            Es
necesario, por tanto, concretar la vida cristiana. Las prácticas
cristianas acrisoladas con el tiempo: oración,  la Santa Misa, el examen, el Rosario, etc. Todas son
prácticas cristianas comunes, pero con un horizonte nuevo: un horizonte
de santidad.
El
auténtico sentido cristiano –que profesa la resurrección de
toda carne– se enfrentó siempre, como es
lógico, con la desencarnación
sin temor a ser juzgado de materialismo. Es lícito, por tanto, hablar de
un materialismo cristiano que se opone audazmente a los materialismos
cerrados al espíritu (n.115).


            El
problema, desde la antigüedad está en la decadencia. Las
culturas y las sociedades caen en decadencia. Pero, como ha recordado
recientemente el Papa Benedicto XVI, la santidad llama a la santidad. Donde
hay campeones de la vida cristiana, santos, hay contagio. Donde hay santos,
surgen nuevos santos.


            La
luz del Evangelio cambió el mundo antiguo. El cristianismo no es una evolución
sincrética de la religión natural. Es y será siempre una
perenne novedad. ¿Cómo iluminar el mundo? ¿Cómo
devolverle su noble y original sentido? El mundo se ilumina desde dentro, desde
las vidas santas. Cada generación debe iluminar su época.          


 


José Carlos Martín de la Hoz  


 


Para leer más:


 


Escrivá de
Balaguer, J. (2007) Amar al mundo
apasionadamente
, Madrid, Rialp


Escrivá de
Balaguer, J. (2005) Es Cristo que
pasa
, Madrid, Rialp