Aristóteles y Europa



La profesora Gouguenheim presenta
con este trabajo el resultado de muchos años de investigación. Frente a las
tesis en boga acerca de la importancia del Islam en la construcción de la
cultura europea, la autora, se pregunta con valentía: "Si Europa debe el
Renacimiento al Islam, falta entender porqué este último no participó a su vez
en ese Renacimiento " (p. 19).


Efectivamente, a lo largo de las páginas de este libro se
fundamenta que "Toledo no fue la primera cantera de traductores; otros dos
centros sumamente importantes, y muy alejados entre sí, cumplieron esa función
varias décadas antes: Antioquía y Mont-Saint-Michel"
(p.94). De ahí la importancia de las traducciones de Jacobo de Venecia (+ 1150)
(p.22)


Como comenta, en primer lugar, la autora: "El mundo
occidental cristiano de la
Edad Media hizo todo lo posible por recuperar el saber
griego. Y lo consiguió al final de un asombroso esfuerzo plurisecular
cuya constancia y tenacidad ponen de manifiesto la íntima convicción de que era
allí donde residía la matriz de su civilización"(p.20). Efectivamente: la Sagrada Escritura,
la patrística, la Liturgia, la filosofía, todo estaba en griego (p.65): "
En la Antigüedad, gran parte de los textos de Platón y Aristóteles no habían
sido traducidos al latín porque los romanos leían griego" (p.93). Por
tanto el cristianismo y la cultura que creó desde el siglo IV no abominó del
mundo clásico: "Lo que significa que no hizo tabla rasa del pasado, y la
cultura clásica fue conservada. Lo que era pagano se considera profano y por
tanto aceptable" (p.50).


En segundo lugar, recuerda la Prof. Gouguenheim la importancia de los
cristianos árabes. "No en vano, los siríacos fueron los intermediarios
esenciales de la transmisión al árabe de los textos eruditos de la Antigüedad
griega" (p.78). Los musulmanes tendían a eliminar lo que no correspondía
con sus intereses:"Al igual que los juristas, ni los imanes, ni los ulemas
musulmanes se preocupaban por aprender griego: su dominio se convirtió así en
patrimonio privativo de los cristianos. Al permanecer ajenos a la lengua, las
elites musulmanas sólo tenían un acceso indirecto al pensamiento y la ciencia
griegos" (p.116).


Finalmente, la autora incide sobre un punto muy importante;
la validez de las traducciones árabes del griego. Existen dudas bien fundadas de
que hubieran entendido el texto; en realidad en muchos casos hacían pobres y sesgadas
interpretaciones (p.19): "La influencia de Arstóteles
en el Islam fue muy dispar, fuerte en el terreno de la lógica o de las ciencias
de la naturaleza, débil, incluso inexistente, en el plano político, moral o
metafísico" (p.148).


La conclusión del trabajo es contundente: "Que el Islam
conservó, gracias a los cristianos siríacos o arabizados, una gran parte del
saber griego es un hecho indiscutible. Que occidente se benefició de ello es
exacto, aunque no fue el único canal por el que redescubrió dicho saber"
(p.165). Es más, añade la autora: "Las raíces culturales de Europa se
hunden, en definitiva, en la cultura griega, el derecho romano y la Biblia; las
del Islam están en el Corán, la Sura los hadices y el
derecho que deriva de ellos. Los árboles, las ramas y los frutos que surgieron
de allí nacieron a imagen y semejanza de estas raíces" (p.181).


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


Sylvain
GOUGUENHEIM, Aristóteles y
el Islam
. Las raices griegas de la Europa
cristiana,
ed. Gredos, Madrid 2009, 267 pp.