En
su reciente trabajo, Michael Walzer, matiza las
relaciones entre el calvinismo y la política. Para ello comienza por explicar
como en el siglo XVI la actividad de los calvinistas en Ginebra, se fue
trasladando a Francia y a Inglaterra, adoptando nuevas modalidades aunque con
un fondo común. La clave de la cuestión era la entrada en la Comunidad. Eso les
constituía en elegidos, o como les llama Walzer,
en santos, en predestinados. Ellos mismos se sentían llamados a la
construcción de un nuevo orden social y político: "La Iglesia calvinista era una
organización inclusiva de cristianos que hacen profesión de fe,
santos e hipócritas por igual, gobernados por un comité selecto
de ministros y laicos" (p.67).
Calvino
llevó a cabo una organización que sustituyera a Roma, con un
método férreo: "De
manera similar, a aquellos a quienes la Iglesia admitía en la
comunión, se les advertía sobre su salvación final. Pero
eran santos de este mundo y cosechaban, por lo tanto, recompensas inmediatas por
sus vidas y costumbres piadosas. Estos eran los que vigilaban e investigaban y
castigaban a los otros" (p.68).
Así
comenzó una fuerza política independiente de las
monarquías, algo que no habían previsto ni Lutero, ni Maquiavelo,
ni Felipe II. Como demuestra Walzer: "Fueron los calvinistas los primeros que
desplazaron el énfasis del pensamiento político del
príncipe al santo (o a la banda de santos) y que, luego, construyeron
una justificación teológica para la acción política"
(p.16).
La
clave de la cuestión fue el concepto de trabajo que pusieron en marcha:
"El diligente activismo de los
santos –ginebrinos, hugonotes, holandeses, escoceses y puritanos-
indicó que la política se había transformado en trabajo y
reveló, por primera vez, la conciencia extraordinaria que dirigía
el trabajo" (p.16). Respecto a la relación entre el calvinismo
y el capitalismo: "la fe de los
hermanos, con su énfasis en el esfuerzo metódico y el
autocontrol, fue una preparación admirable para el trabajo
sistemático en negocios, oficinas y fábricas" (p.320).
De
hecho para poder transformarse en santo y poder ser elegido por Dios para ser
salvado era preciso trabajar: "El
trabajo era una prueba para la cual los hombres debían presentarse por
propia voluntad; no presentarse voluntariamente era evidencia de que no
habían sido llamados" (p.234).
Efectivamente,
demuestra Walzer, son contemporáneos, en el
origen, el liberalismo y el puritanismo inglés, pero son caminos
divergentes, aunque coincidan en algunos principios. Por eso dirá Walzer: "El
calvinismo no está relacionado con la modernidad, sino con la
modernización, es decir, mucho más significativamente con el
proceso que con su resultado" (p.33). Y, un poco más adelante
concluye: "El calvinismo no fue
una ideología liberal, si bien la vida congregacional
fue, sin duda, un entrenamiento para el autogobierno y la participación
democrática". (p.318).
José Carlos Martín de la Hoz
Para leer más:
Walzer, Michael (2008) La
revolución de los santos. Estudio sobre los orígenes de la
política radical, Madrid,
Katz,