Caminos para la confianza

 

Han trascurrido ya algunos años desde que el papa Francisco publicara, en junio de 2013, su primera Encíclica acerca de la luz de la fe, con la que culminaba un proyecto del papa Benedicto: la colección específica y actualizada de encíclicas, dedicadas a recordar y revalorizar la importancia de las tres virtudes teologales tanto en la teología católica, como en la vida corriente de la Iglesia y de cada uno de los cristianos, y que había comenzado a publicar el papa Benedicto XVI.

En las primeras líneas de la nueva Encíclica del papa Francisco, recordaba la importancia de iluminar con la luz de la fe cristiana, aquellos aspectos de la cultura contemporánea que pueden estar oscurecidos.

Así, acaba de hacerlo el Santo Padre en estos días del verano, cuando ha rectificado el texto del número 2267 del Nuevo catecismo de la Iglesia Católica que había publicado el papa Juan Pablo II en 1992, para recordar que es doctrina de la Iglesia declarar inadmisible la pena de muerte y establecer que la Iglesia católica luchará contra su abolición en los países donde aún esté aprobada esa práctica en su legislación.

Del mismo modo, vale la pena recordar que hoy día nos enfrentamos ante una grave e insidiosa incomprensión, que podríamos llamar la extensión de la desconfianza. Tanto a nivel general, con rechazo de la doctrina como de prevención ante un cristiano.

Así pues, este sería un punto que requiere ser iluminado, pues es grande la desconfianza de muchos hombres y mujeres sobre la Iglesia y sobre Dios, y en general hay un clima de desconfianza hacia al prójimo, todo ello requiere por parte de los cristianos una cruzada de paz y de amor para ahogar el mal en abundancia de bien.

Un paso importante parte de conocer la Historia de la Iglesia, para conocer desmontar muchas leyendas negras acerca de su actuación. Avanzar en conocer la verdad objetiva de los hechos y actuaciones de los cristianos a lo largo de la historia separándolo de las tergiversaciones.

Asimismo, es importante avanzar en intentar entrar en la mentalidad de la época que estemos estudiando, aunque sea una tarea larga, de años, pues es mucho lo que hay que estudiar, para evitar anacronismos, de modo que no juzguemos los hechos con la mentalidad de hoy, pues podríamos cometer graves injusticias y, sobre todo, correr el riesgo de no aprender nada de la historia sino dar lecciones a nuestros mayores.

También es importante descubrir la Iglesia santa, dotada de medios santos, fundada por Jesucristo, que le entregó una doctrina sublime y la dejó en manos del Espíritu Santo para que la guiara y sostuviera.

Finalmente, es importante fijarse en los cristianos, pecadores y santos a la vez, siempre llamados a la santidad, pero también inclinados al pecado: “solo las cosas que están sujetas a mudanzas tienen historia” (1). Así pues, recuperar la confianza es aprender de los aciertos y errores de quienes nos han precedido: su buen ejemplo y sus rectificaciones. Los santos han sido los reformadores (3).

José Carlos Martín de la Hoz

J. Marx, Compendio de Historia de la Iglesia, ed. Librería religiosa, Barcelona 1924, 846 pp.