Con este sugerente título el Prof. Gómez Pérez
desarrolla una cuestión de perenne actualidad: la decadencia que acaece a las
personas y a las culturas. Un hecho ya constatado desde la Antigüedad.
El problema, desde la antigüedad está en la decadencia. Las culturas y las sociedades caen en decadencia. Pero, como ha recordado
recientemente el Papa Benedicto XVI: "Donde hay campeones de la vida
cristiana, santos, hay contagio. Donde hay santos, surgen nuevos santos".
Decía hace unos años un viejo historiador que "España es como el rey Midas:
todo lo que toca entra en decadencia". Y, para ilustrarlo, recordaba la
serie de monedas de oro que los monarcas españoles enviaron a Roma para el
embellecimiento de la Basílica de Santa María la Maggiore. Felipe II, envió monedas de oro macizo, Felipe III oro con menos ley y, finalmente,
Felipe IV plomo con un barniz de oro.
Desde la Antigüedad los pensadores interpretaron
el devenir de las civilizaciones y su historia, como tendente a la decadencia. Tertuliano y otros autores de los primeros siglos de nuestra era, recogieron ese
concepto pesimista clásico y le dieron la forma de las etapas de la vida:
nacimiento, desarrollo y muerte.
San Cipriano en el siglo IV, estimaba que esa
decadencia de las culturas y civilizaciones era normal y que sucedería hasta el
final de los tiempos. También, añadía, le sucederá a la Iglesia, en cuanto
compuesta por hombres y, por tanto, estará necesitada de santos que la renueven
constantemente.
Así pues el concepto cristiano de la historia
muestra como la luz del Evangelio, por una parte sustenta la vida de los
hombres estén en la fase que estén, y, por otra, que Dios provee también en
cada etapa de la historia de un grupo de cristianos santos que devuelvan la
esperanza y hagan surgir nuevas culturas. Benedicto XVI resalta en su libros
sobre Jesús de Nazaret: "El bautismo de Jesús se entiende así como compendio
de toda la historia, en el que se retoma el pasado y se anticipa el futuro: el
ingreso en los pecados de los demás es el descenso al infierno, no sólo como
espectador, como ocurre en Dante, sino co-padeciendo y con un sufrimiento
transformador, convirtiendo los infiernos, abriendo y derribando las puertas
del abismo" (p.42).
La esperanza está en Dios y en la fuerza
transformadora de la gracia de Dios que viene a través de la oración y de los
sacramentos otorgados por Cristo a la Iglesia. En ellos el hombre y las culturas se rehacen con la perenne juventud del Amor de Dios. De paso, los hombres y
las civilizaciones se sacuden el yugo de las pasiones y de los
acostumbramientos. En esa tarea estamos involucrados los hombres y mujeres de
cada generación. Eso sí, podemos estar en el bando de los mediocres o en el
bando de los renovadores, todo depende del sentido y orientación que, con la
gracia de Dios, demos a nuestras vidas.
José Carlos Martín de
la Hoz
Benedicto XVI-Joseph RATZINGER, Jesús de
Nazaret, ed. Esfera de los libros, Madrid 2007, 447 pp
Rafael GÓMEZ PÉREZ, Decadencia y esperanza, ed.
Rialp, Madrid 2007, 184 pp.
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