El cristianismo esotérico



En los tiempos que corren nos
encontramos con personas que afirman no creer en la Iglesia, algunos ni
siquiera en Jesucristo, pero que pueden mantener una cierta afirmación de
lo divino, de lo trascendente y, no pocas veces, de lo mágico. Es
más, diría que hay dos posiciones opuestas pero no encontradas:
la de los paganos que creen en lo misterioso y la de los creyentes que
necesitan lo extraordinario.


 


Esta mezcla de lo sobrenatural
con lo misterioso o esotérico es muy antigua, así que no vamos a
sorprendernos de nada. En el siglo I el cristianismo tuvo que defenderse a capa
y espada contra el gnosticismo. Es decir que la tendencia a creer en el
demiurgo, el Dios del bien y el Dios del mal, etc., es algo muy antiguo. Que
los paganos, es decir los que no creen en un Dios personal aunque creen en
dioses, terminen adorando a un fetiche nos parece normal, porque el hombre
necesita de lo trascendente. Otra actitud sería animalizarse.


 


Lo que me parece más
sorprendente y penoso es que un católico o un cristiano en general,
necesiten para su vida espiritual apariciones de ángeles, estigmas y hechos
extraordinarios. Puede parecer que están en un extremo opuesto a los
paganos esotéricos, pero también suele ser verdad que los
extremos se tocan. En realidad el cristiano que necesita milagros para su vida
es una persona que no vive de fe, porque si se tiene fe sobrenatural en Cristo,
no hacen falta. El gnosticismo antiguo creía en una separación
total de lo material y lo espiritual, considerando drásticamente malo lo
material y sólo bueno lo espiritual. Por eso se encontraban marcados habitualmente
por lo misterioso.


 


Sin embargo la doctrina cristiana
enseña lo contrario. En el momento en que el Hijo de Dios se encarna
haciéndose hombre verdadero deja claro que la unión de lo
material y lo espiritual es lo que asume el hombre, y que esa suma es
inseparable. La vida cristiana nos lleva a ser sal y luz, a dar ejemplo de vida
recta, a vivir como Dios quiere, y eso suele ser costoso. Aquel que no está
muy dispuesto a luchar en el día a día va buscando monjas con
estigmas o apariciones de almas del purgatorio.


 


La literatura útil para
estos dos fenómenos, opuestos pero equiparables, es inmensa. Sobre todo
para el esoterismo pagano ciertamente, pero también para el misticismo
del cristiano mediocre. Unos libros que nos hablan de una vida cristiana llena
de fenómenos extraordinarios, sin apenas ninguna virtud cristiana
aprovechable.


 


Creer en Jesucristo es creer en
el Dios-hombre que nos da ejemplo llevando una vida totalmente vulgar,
corriente, la mayor parte de su existencia sobre la tierra,
perfeccionándose en el trabajo y en las relaciones sociales, al mismo
tiempo que se perfeccionaba, humana y sobrenaturalmente, en el trato continuo
con su Padre del Cielo.


 


Ángel Cabrero Ugarte


 


Radio Intereconomía,
13 de junio de 2008, 20, 25 horas


 


 


Para leer más:


 


Varios autores (2006) Penumbra,
Barcelona, Lengua de trapo


Climati,
Carlo (2003) Los
jóvenes y el esoterismo
, Madrid, Ciudad Nueva


Hahn, Scott (2007) Trabajo
ordinario, gracia extraordinaria
, Madrid, Rialp