El epistolario de Flannery O'Connor



            El
género literario Epistolario
es ampliamente conocido en la historia de la literatura.
También es muy apreciado como fuente, para realizar
sólidas biografías, pues, en las cartas los autores expresan el
fondo del alma, y más cuando se trata de escritores, que tienden,
lógicamente, a pulir tanto sus escritos y libros que acaban por
ocultarse. En cambio, las cartas, redactadas a vuela pluma, dejan libres los
sentimientos, tienen el frescor de lo inmediato, están más cerca
del corazón.


            La
lectura del epistolario de la escritora  Flannery O’Connor,
autora de varias novelas en los años 50, y fallecida con sólo 37
años, muestra una mujer con una profunda fe católica. Aquejada de
un lupus, del que murió, su
existencia parece limitada a una casa rural, pero realmente está abierta
al mundo a través de los libros y revistas que lee y comenta. Sus cartas
muestran un alma sensible, con una buena formación, de sencilla vida
cristiana, pero bien enraizada: "Sin
duda odio el lenguaje piadoso más que tu, porque yo creo en las
realidades que oculta"
(p.187). Dotada de un corazón grande, añade,
con sencillez: "mis oraciones no
son sentimentales, pero son constantes, por no decir tenaces, y rezo por
ti"
(p.182).


            A
través de la lectura  de este
epistolario se vislumbra el ambiente de los católicos de Estados Unidos
en los años 50: los prejuicios a los que se enfrentan, las ilusiones y
esperanzas, y también sus lecturas, gustos y aficiones: "Creo que la razón por la que tantos
católicos son tan poco atractivos es que no tienen realmente fe, sino
una especie de falsa certeza. Siguen una regla mecánica y para ellos la
iglesia no es el Cuerpo de Cristo, sino el seguro de los pobres. Nunca les
resulta difícil creer porque, de hecho, nunca reflexionan sobre
ello"
(p.189).


            Su
agradecimiento a Dios por la fe, es una constante en las cartas, aparece con
naturalidad y muestra una gran seguridad: "Está en la naturaleza de la Iglesia superar todas las crisis, no
importa cuán magullada quede. La Iglesia no puede ser identificada con
la cultura occidental, y supongo que el naufragio de ésta no provoca en
aquella una excesiva sensación de crisis. Ciertamente no tenemos
teólogos de la crisis, pero en los países orientales hay muchos
mártires, cuya sangre es más valiosa desde un punto de vista
místico
" (p.238).


            Finalmente,
con cierto sentido del humor y paciencia, la autora desgrana, interesantes
comentarios acerca de las relaciones con otras confesiones religiosas, algo
que, con el paso del tiempo, se fue haciendo más habitual en ella:
"Una costumbre protestante es
condenar a la Iglesia por ser autoritaria y luego culparla de no ser
suficientemente autoritaria. Ponen objeciones a que no todos los
católicos piensen lo mismo en política, pero que tengan las mismas
creencias religiosas"
(p. 271).


            Un
libro que vale la pena leer con paz y tranquilidad, saboreándolo. Sin
duda deja una huella profunda y una oración por su alma.


           


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


Para leer más:


 


O’Connor, Flannery (2004) El hábito de ser, Salamanca, Sígueme


 


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