El infierno de El País

Hace unos días El País titulaba un artículo a toda página "El Papa Benedicto XVI

resucita el infierno". El firmante Juan G. Bedoya,

responsable de religión (¿?) de ese medio, sabe perfectamente que lo que decía

es mentira. En el caso de una carta de un lector podríamos admitir ignorancia.

En el encargado de la información religiosa no. Cita a Juan Pablo II en 1999, y

bien sabe él que en aquel verano se criticó al Papa por lo mismo, más o menos.

La mala fe de este periodista es más patente en

la medida en que cita algunas frases sueltas del Papa en aquella catequesis,

sacándolas del contexto. Lo que decía exactamente Juan Pablo II era:
style='mso-bidi-font-style:normal'>"El Nuevo Testamento presenta el lugar

destinado a los obradores de iniquidad como un horno ardiente, donde «será el

llanto y el rechinar de dientes» (Mt 13, 42; cf. 25, 30. 41) o

como la gehenna de «fuego que no se apaga» (
class=SpellE>Mc
9, 43).

Todo ello es expresado, con forma de narración, en la parábola del rico epulón,

en la que se precisa que el infierno es el lugar de pena definitiva, sin

posibilidad de retorno o de mitigación del dolor (cf.
Lc

16, 19-31)".

A continuación explicaba: "Las imágenes con las que la sagrada Escritura nos presenta el infierno

deben interpretarse correctamente. Expresan la completa frustración y vaciedad de

una vida sin Dios. El infierno, más que un lugar, indica la situación en que

llega a encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de Dios, manantial

de vida y alegría. Así resume los datos de la fe sobre este tema el
style='mso-bidi-font-style:italic'>Catecismo de la Iglesia católica
:

«Morir en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso

de Dios, significa permanecer separados de él para siempre por nuestra propia y

libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios

y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra
style='mso-bidi-font-style:italic'>infierno» (n. 1033)" (Catequesis

del 28.VII.1999).

O sea, lo que dijo Juan Pablo II, lo que dice el

Catecismo de la Iglesia Católica, y Benedicto XVI, es exactamente lo mismo,

como no podría ser de otra manera. Y lo que podríamos decirle al Sr.
class=SpellE>Bedoya
es que el infierno es esa situación tremenda a la

que se le ve abocado en su empeño de negar a Dios, y en su empeño por confundir

a los pocos lectores interesados en la doctrina cristiana que leen su

periódico.

En todo caso tanto Benedicto XVI como Juan Pablo

II han dejado siempre muy claro que al infierno va quien quiere. Aún la persona

que más lejana haya estado del amor de Dios en esta vida, está en condiciones

de arrepentirse, de amar, de buscar a Dios, en el último momento. Dios quiere

que todos los hombres se salven, también el Sr. Bedoya,

y le dará su gracia. Es así de bueno. Pero si se empeña en vivir eternamente al

margen de Dios, en el desamor, en la soledad del egoísmo, en la negación del

bien, entonces comprobará por sí mismo qué es eso del infierno.

Aunque ya puede irse
style='mso-spacerun:yes'>
haciendo una idea porque como decía Santa

Teresa "el camino del cielo es un cielo, y el camino del infierno es un infierno".

El camino de la mentira sistemática, de la desinformación malintencionada, del

ateísmo militante, debe ser un camino bastante triste.

Ángel Cabrero Ugarte

Centro Universitario Villanueva

Para leer

más:

Jean Guitton,
style='mso-bidi-font-style:normal'>Mi testamento filosófico, Encuentro 1998


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Joseph Ratzinger, El sábado de la historia, Encuentro 2002


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José Orlandis,
style='mso-bidi-font-style:normal'>La aventura de la vida eterna,
class=SpellE>Rialp
2005


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