El manifiesto laicismo del Manifiesto

El reciente Manifiesto del PSOE

lo dice todo en su título: «Constitución, Laicidad y

Educación para la Ciudadanía», que el lector avisado puede

traducir en realidad como: «Postconstitución,

Laicismo anticristiano, Manipulación de la ciudadanía».

Será casualidad, pero la publicación de semejante Manifiesto

parece estar dirigido como un torpedo contra el Documento de los obispos

titulado «Orientaciones morales ante la situación actual de

España». Un texto que anima a los católicos a ser

coherentes con la fe en Jesucristo, también en la vida pública,

como un requisito indispensable para una sana vida democrática.

El Manifiesto socialista expone

laicismo por los cuatro costados, por ejemplo, cuando afirma que: «Los

fundamentalismos monoteístas o religiosos siembran fronteras entre los

ciudadanos»; y así mete en el mismo saco todo tipo de religión,

y se quedan tan orgullosos de su agudeza intelectual. Para sus autores defender

el derecho a la vida sin fisuras contra la pena de muerte, contra el aborto o

la eutanasia, y contra el genocidio, será fundamentalismo, mientras que

repartir la píldora del día después entre adolescentes

sería progresismo. Concretando aún más, serán

fundamentalistas los católicos que no están a favor de las leyes

radicales del Gobierno. Y tenemos así entronizado el dogmatismo laicista

que se puede resumir en aquello de «la democracia soy yo». Sin

embargo la experiencia nos está diciendo que ocurre lo contrario: la

democracia pasada por la termomix del Gobierno

se convierte en teocracia laicista, que presiona a la Justicia y la somete a

sus planes dudosamente constitucionales, que excluye a los que no piensan como

ellos y busca desterrar a la oposición fuera del sistema

democrático.

No extraña que el

Manifiesto proponga sustituir la religión por un «un mínimo

común ético constitucional consagrado» válido para

todos; sin embargo es un hecho que esa ilusión sólo se ha

alcanzado hasta ahora en la Declararon universal de los Derechos humanos,

gracias a las raíces cristianas del Occidente cristiano y

democrático. Fuera de esta civilización apenas se respetan los derechos

humanos, como ocurre en China, en la mayoría de países musulmanes

o en África. Por último observo que el Manifiesto laicista del

Gobierno no ha podido evitar el lenguaje religioso cuando habla de los valores

constitucionalmente consagrados, pues esta última palabra designa

lo que está dedicado a Dios. Vemos así que, a pesar de las

incoherencias de los creyentes y de los ataques del laicismo, la raíz

cristiana de nuestra cultura es un hecho imborrable.

Jesús Ortiz López

Doctor en Derecho Canónico

Para leer más:

Andrés Ollero,
style='mso-bidi-font-style:normal'>España ¿un estado laico?,
class=SpellE>Civitas 2005


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Juan M. Otxotorena,
Permiso para creer,
class=SpellE>Eiunsa 2005


href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3941">http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3941

Michael Burleigh,

Poder terrenal. Religión y política en Europa,
class=SpellE>Taurus 2005


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