El policía filósofo

 

En la reedición del primer trabajo del filósofo español y catedrático de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, Eugenio Trias Sagnier (1942-2013), que fue publicada por primera vez en 1969 y titulado “La filosofía y su sombra”, se abordan cuestiones filosóficas que, a pesar de haber sido escritas hace ya cincuenta años, no han perdido su interés, aunque sea como temática.

Una de las cuestiones más llamativas sería la que denomina el profesor Trias la “función policiaca de la filosofía”. En efecto, explicará seguidamente, no sin cierta sorna que: “la filosofía posee el carácter de una legislación que, por una parte, muestra la coherencia del saber, y, por otra, establece ciertas normas, distinguiendo entre lo permitido y lo prohibido. Al igual que en el derecho, esa coherencia y esas normas varían, se modifican. En el derecho, debido a la movilidad de las instituciones sociales y de las clases o grupos que están en el poder. Es ‘funcional’ a las fuerzas hegemónicas, y cuando no lo es se sustituye. Otro tanto sucede con la filosofía respecto al saber. Es funcional a los ‘saberes hegemónicos’ y cuando no lo es debe ser sustituida o permanece como residuo o survival” (89).

Enseguida, volverá al argumento fundamental de su disertación y añadirá con contundencia: “La filosofía y los filósofos constituyen un cuerpo de cancerberos, de perros guardianes (en el sentido platónico) del saber. Su función, en cualquier caso, es decididamente policiaca” (90).

 Asimismo, resulta gracioso y casi cómico, en el trascurso del discurso, la intuición hegeliana de que la filosofía siempre llega tarde, así lo resume Trias: “la filosofía llegaría siempre tarde para elevar a concepto lo que espontáneamente se ha producido o para exponer lo que ya se sabe, aunque quizá de forma inconsciente: es decir, lo que se sabe sin conciencia de que se sabe” (90).

De hecho, sugiere inmediatamente Trias, para completar su argumento: “la filosofía es quizás esa conciencia, ese saber en cierto sentido redundante que añade conciencia y nombre al saber espontáneo. De ahí su carácter crepuscular: llega tarde, al igual que el derecho” (90).

Inmediatamente, entra en discusión con Foucault, aunque a nosotros no nos interesa abordarla ahora, por salirse claramente de nuestro interés, pero recuerda: “aquí afirmamos, que la filosofía es y ha sido una analítica, pero también que ha sido y aun es una conciencia judicial. Y, como tal, constituye una actividad tardía y aparentemente redundante. Pero no es redundante, pues añade algo al saber: le añade justamente el nombre de saber” (91).

En cualquier caso, para el profesor Trias, citando al viejo e inolvidable Parménides: “la filosofía nos pone sobre la pista de una profunda transformación del saber; éste pasa, de ser una sabiduría libre, a constituirse en un saber escindido de un no saber” (92).                                                                                                          

José Carlos Martín de la Hoz

Eugenio Trias Sagnier, La filosofía y su sombra, ediciones Galaxia Gutenberg, Barcelona 2019, 228 pp.