Guadalupe Ortiz de Landázuri y la confianza

 

El papa Benedicto XVI en el anuncio del año de la fe escribió un extraordinario documento en el que recordaba que la entrada a la Iglesia se realiza mediante el bautismo. Con ese paso, es como si atravesáramos un umbral y llegáramos a una nueva vida, la que nos permite participar de la vida de Jesucristo. Ser hijos de Dios, Hijos en el Hijo.

El problema señalaba el Santo Padre, entonces y ahora, es el de quedarse detenidos en el umbral de la puerta, allí donde están las corrientes, donde fácilmente podemos acatarrarnos y donde se puede enfriar nuestra fe: esta es la realidad de muchos cristianos: tienen una fe congelada, convertida en un paquete de ideas o un conjunto de creencias.

El cristianismo es enamorarse de una persona viva que es Jesucristo y vivir la vida con El y en El, y esa vida se contagia con la vida. Estamos llamados a vivir una vida plena de amor en esta vida y luego eternamente en el cielo.

Por eso hoy nos hemos reunido para hablar de la perenne juventud de la Iglesia que la hace renacer a través de la vida de los santos. Constantemente, la Iglesia nos propone nuevos modelos de santidad y nuevos intercesores para nuestras necesidades materiales y espirituales.

En la última Encíclica del Papa Benedicto XVI y primera del papa Francisco, Lumen Fidei, en la que trataba acerca de la luz maravillosa de la fe, nos recordaba en el n. 2, que a cada generación de cristianos les corresponde iluminar con sus vidas, con su palabra y con su ejemplo, los puntos oscuros de la fe que puedan resultar más difíciles de entender o de asumir a sus contemporáneos.

Precisamente, ese es parte del significado de los beatos y santos de cada generación que la Iglesia propone como modelos e intercesores de una parte significativa o de la totalidad del pueblo de Dios que eso significa un beato o un santo. Normalmente al contemplar la vida de los amigos de Dios de los íntimos de Dios entendemos mejor la claridad de luz de la vida de Jesucristo y su doctrina salvadora.

Cuál es el problema más acuciante de nuestra sociedad: la desconfianza en la Iglesia. Ese es el motivo por el que el papa Francisco se ha lanzado a dar la cara por la Iglesia, a pedir perdón por los pecados de todos los cristianos de todos los tiempos y a proponer una nueva conversión a los cristianos y una invitación a los hombres a conocer y amar a Jesucristo sin que los pecados de los cristianos les alejen de Él.

La maravilla de los santos es que hacen creíble el cristianismo: Guadalupe Ortiz de Landázuri, química, mujer, cristiana entregada a Dios en el Opus Dei, es para nosotros un modelo para imitar y una amiga en la que confiar, para alcanzar de Dios las gracias necesarias para nuestra vida material y espiritual. Los santos, como el Sagrario, como la Sagrada Escritura, como la sonrisa de un niño, muestran el cruzarse de lo finito con lo infinito, de lo temporal con lo eterno, de Dios con sus hijos los hombres.

José Carlos Martín de la Hoz

Madrid 26. IV. 2019