Hay necesidad de maestros

 

La dedicación al mundo de la cultura y de la investigación humanísticas, demuestran inteligencia, capacidad y posibilidades, pues son actividades de una gran importancia que redundan enseguida en el bien de la entera sociedad y además, para las que no todos están dotados.

A la vez, son ejercicios que antes de nada requieren una cierta orientación y guía, pues, precisamente, por su importancia y complejidad, es capital no perder el tiempo, recorriendo caminos que no conducen a ninguna parte, ni abordar cuestiones de detalle sin haber atendido previamente al contexto general. Es decir, se precisa de una sólida metodología básica antes de nada.

Finalmente, y esto es lo más importante, hace falta un maestro que dirija los esfuerzos, el tiempo de dedicación, alguien con quien sostener una pausada conversación previa; quien pueda escuchar con atención, que realice unas preguntas básicas sobre los conocimientos del principiante y del grado de entrenamiento intelectual que posee el aspirante y, seguidamente, señale o marque una bibliografía básica, unos objetivos precisos, una clara metodología y unos fines humildes que puede proponerse quien se aventura a un trabajo de esta índole.

Todo esto me venía a la cabeza esos días a raíz de un suceso sin mayor trascendencia: hace unos días se acercó a mi mesa de la Biblioteca Nacional una persona llena de entusiasmo y me comentó, sin conocernos de nada, que había descubierto, después de mucho tiempo de estudio, que Cervantes era tomista y eso le parecía una clave importantísima para entender de un modo nuevo el Quijote.

El problema estribaba en que, por falta de dirección, no sabía que después de Trento y de la renovación del tomismo en la escuela de Salamanca y más desde la aparición de los jesuitas, que habían impulsado el tomismo en los colegios y universidades de toda Europa frente al nominalismo reinante, el resultado era que en aquella España lo normal y más extendido era ser tomista.

Sin arrojar un jarro de agua fría a quien aspira a aportar nuevas luces sobre la cultura española del siglo XVI y más en concreto sobre la literatura del siglo de Oro de las letras castellanas, y con un poco de inteligencia se puede reorientar a esa investigadora para que no se defraude, tome una orientación adecuada y subsane la falta de maestro.

Es verdad necesitamos maestros y sobre todo maestros del cristianismo, pues por falta del más básico y elemental conocimiento del catecismo o de la historia de la Iglesia se están escribiendo y haciendo guiones mentirosos de series, como la terriblemente oscura y tenebrosa situada en la ciudad de Sevilla durante la epidemia de Peste que diezmó la ciudad en el siglo XIV y que mostró, entre otras, cosas miles de muertos de buenos cristianos por atender a los enfermos y un clero y religiosos/as que vivieron la caridad en grado heroico; libros de novela histórica que falsean los objetivos de la Inquisición española, o simples comentarios de padres a hijos en el Museo del Prado, que llega uno a la conclusión de que faltan maestros y es tarea urgente.

José Carlos Martín de la Hoz