I Certamen de relato corto, alumnos C.U. Villanueva. Relato finalista

 

Todos los músculos contraídos, sientes como si pesadas cadenas colgaran de tus extremidades, el estómago revuelto, das vueltas y vueltas en la cama. Imposible conciliar el sueño. Es como si una enorme mano apretara tu corazón, intentado exprimir hasta la última gota. Y en tu mente millones de ideas alborotadas se revuelven y empujan. Sabes que aliviar esa angustia es fácil, relativamente fácil, porque aunque consista en un gesto sencillo, requiere que aceptes que no tienes razón, que te equivocaste, que fuiste débil. Exige que reconozcas cuál es tu verdadera naturaleza, y te humilles. Que apartes de ti tanta vanagloria, tanta grandeza impropia. 

Dispuesto a avanzar hacia tu liberación entreabres los labios, pero te bloqueas. Una inmensidad oscura nubla tu vista. Y las dudas te invaden. No sabes si vale la pena, si tiene sentido. De un fuerte impulso apartas toda sensación de desánimo. Y un hilillo de aire recorre tu garganta dejando que exhales un lento suspiro. Así tu voz se abre paso. No lo piensas más y con la cabeza baja, los ojos inundados, y un millón de pulsaciones de más, consigues decirlo: PERDÓN.

Tu cuerpo se libera.

La luz se expande en tu mente.

El corazón recupera sus latidos y... por fin... tu alma respira.

Comentarios

Imagen de Manu

Ahora que cuesta vivir la cultura del perdón, muy oportuno este relato que refleja bien las dificultades para pronunciar esa palabra mágica.