La actualidad de la prudencia

 

La historia de la teología arroja muchas veces sorpresas inesperadas e interesantes. Un ejemplo caro al respecto sería, la continuidad en el tiempo y el constante interés que muestran las nuevas generaciones hacia libros y autores considerados clásicos. Por ejemplo, la recepción de la obra del aragonés y jesuita español Baltasar Gracián (1601-1668) se refleja en las sucesivas reediciones de sus obras desde el siglo XVII, hasta la que ahora presentamos, ya al inicio del siglo XXI. En concreto, podemos referirnos al “Oráculo manual o el arte de la prudencia”, una aparentemente compuesta de una serie de aforismos, trescientos, recogidos por un jesuita aragonés en el siglo XVII que trasmite el fondo teológico y de valores morales de su tiempo. Está comprobado tanto las sucesivas reediciones que han llegado hasta nuestro tiempo, y también el que es citado como un referente habitual en la comunicación, en discursos, en cursos de empresas y en un sinfín de soportes, que indican que esas ideas siguen siendo fuente de inspiración y de pensamiento.

La pregunta que se hace el editor del trabajo se refiere al porqué de la aceptación del mundo actual de las ideas contenidas en este trabajo. La respuesta sencilla de Emilio Blanco es esta: “Gracián ofrece al lector una serie de normas prácticas de comportamiento para triunfar en el cambiante y proceloso mundo del siglo XVII. Se trata por tanto de una sabiduría práctica que se ve en un número considerable de los aforismos gracianos” (11).

También se podría responder a la pregunta, volviendo a la clásica definición de la prudencia: “recta ratio agibilium”. Es decir, La recta razón en el obrar. Por eso los escolásticos la han denominado “auriga virtutum”, pues es el arte de en cada momento dirigir en cada momento el ejercicio de las virtudes hacia el fin último, aquel que conduce hacia la felicidad. Un camino de bien, belleza y verdad.  Visto desde ese ángulo los aforismos de Gracián se iluminan, se llenan de un sentido profundo y se entienden con más claridad, pues cómo afirma nuestro autor: “todo lo muy bueno fue siempre poco y raro” (n.27).

La diferencia, por tanto, entre Gracián y tantos libros de autoayuda que se pueden comprar en las librerías, estriba en la categoría del autor: hombre de oración, contemplación, de trato con Dios, como muestra es su excelente trabajo sobre la eucaristía, o cuando habla de prudencia como la virtud de las virtudes y no se limita a dar consejos sin alma: “No puede ser entendido, el que no fuere buen entendedor” (n.25). En ese sentido, existe una gran diferencia entre dar consejos para ser prudente y dar consejos para ser astuto, habilidoso, triunfador, hábil y vencedor: “lleva una ventaja lo sabio, que es eterno; y si este no es su siglo, muchos otros lo serán” (n.20). y un poco más adelante al hablar del hombre de una pieza señalará: “preciase más de la tenacidad que de la sagacidad” (n.29). “no hay mayor señorío que el de sí mismo, de sus afectos, que llega a ser triunfo del albedrío” (n.8). terminemos: “saber con rectitud de intención, asegura fecundidad de aciertos” (n.16).

José Carlos Martín de la Hoz

Baltasar Gracián, El arte de la prudencia. Edición de Emilio Blanco, ed. Ariel, Barcelona 2015, 143 pp.