La confianza en la Iglesia

 

El Papa Francisco en la primera Encíclica, publicada a los pocos meses de tomar posesión de su ministerio petrino, se refería a que cada generación de cristianos debía acometer los problemas doctrinales de su época. “Cada época puede encontrar algunos puntos más fáciles o difíciles de aceptar: por eso es importante vigilar para que se transmita todo el depósito de la fe (cfr. 1 Tim 6,20), para que se insista oportunamente en todos los aspectos de la confesión de fe” (Papa Francisco, Enc. Lumen fidei, 29.VI.2013, n.48).

 Evidentemente, hoy uno de los principales problemas es el de la desconfianza en Dios, en la Iglesia y en los demás. Si no se recupera la confianza, el hombre no tiene paz, ni vive la filiación divina, ni tampoco puede construir un hogar, ni desarrollar un negocio.

Entre las cuestiones que llevan a la desconfianza está el sufrimiento: esto es hoy día clave. Evidentemente, no se trata de defender a Dios por el escándalo del mal, sino de pedir luces a Dios para comprender el sentido del mal y, con su ayuda, luchar por ahogar el mal en abundancia de bien.

Precisamente en la reciente Carta con la que el Santo Padre Francisco convoca el año Jubilar de la misericordia explica cómo viviendo y abriendo los tesoros de la misericordia de Dios se puede recuperar credibilidad: "La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo. La Iglesia «vive un deseo inagotable de brindar misericordia» (Francisco, Evangelii gaudium n.15). Tal vez por mucho tiempo nos hemos olvidado de indicar y de andar por la vía de la misericordia. Por una parte, la tentación de pretender siempre y solamente la justicia ha hecho olvidar que ella es el primer paso, necesario e indispensable; la Iglesia no obstante necesita ir más lejos para alcanzar una meta más alta y más significativa. Por otra parte, es triste constatar cómo la experiencia del perdón en nuestra cultura se desvanece cada vez más. Incluso la palabra misma en algunos momentos parece evaporarse. Sin el testimonio del perdón, sin embargo, queda solo una vida infecunda y estéril, como si se viviese en un desierto desolado. Ha llegado de nuevo para la Iglesia el tiempo de encargarse del anuncio alegre del perdón. Es el tiempo de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos. El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza" (Misericordiae vultus, 11.IV.2015, n. 10).

Son expresivos los deseos del corazón del Santo Padre cuando expresa un compromiso para toda la iglesia: "¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! A todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros" (Misericordiae vultus, 11.IV.2015, n. 5).

 

José Carlos Martín de la Hoz