La continuidad de la Iglesia



Cuando Napoleón en el siglo XIX prendió al Papa Pío VI y
lo llevó prisionero a Francia, se produjo una oleada de fervor popular a su
paso por las diversas ciudades francesas hasta París. Nunca habían visto tan de
cerca al sucesor de San Pedro al frente de la Iglesia.


Después de muchos avatares, el Pontífice falleció en el
exilio. Los periódicos de París publicaron con grandes letras de molde: Pío VI y último. Pero un grupo de
cardenales logró evadir el cerco y elegir a Pío VII, y así hasta el día de hoy.


También conviene recordar como el racionalismo se hizo
fuerte en Europa en el Siglo XIX y repetidas veces se oyeron expresiones
triunfalistas: estamos asistiendo a la agonía de la Iglesia.


Hoy, en el 2007, con la inspiración y ayuda del Espíritu
Santo, la Iglesia permanece viva en el mundo. Esto no es un mérito de los
cristianos, sino de Dios que sigue estando presente en su Iglesia, a pesar de
nuestras miserias y debilidades.


La Iglesia Católica vive en la actualidad en una sociedad
globalizada, mundializada, donde hay un gran tráfico de ideas y de
planteamientos. Existe una libertad de expresión y de comunicación, que es
radicalmente novedosa en la historia.


Esto implica que la Iglesia puede expresar con nitidez el
mensaje del Evangelio,
la Buena Nueva que trajo Jesús al mundo. Pero, también, recibe
críticas, tanto por la falta de coherencia de los cristianos ante la doctrina
de Jesús, lo cual es de agradecer, pues los cristianos estamos llamados a la
identificación, fe y vida, y no sólo a la adhesión a unos dogmas.


También, la doctrina de Jesús es criticada por parte de
quienes no creen en la realidad sobrenatural del Evangelio y pretenden llevar
una vida sin frenos a su libertad, como si esta fuera ilimitada.


La primera condición para la convivencia es la confianza
y el respeto a las creencias de los demás. Por eso los no cristianos pueden
criticar nuestras faltas de coherencia, y los cristianos podemos criticar las
faltas de respeto a las creencias, los planteamientos que no sean conformes con
la dignidad de la persona humana, que la Iglesia ha defendido y defenderá
siempre. El horizonte del mundo no puede ser sólo ganar dinero: debe ser
construir una sociedad basada en la confianza y el respeto, que desarrolle la
dignidad del ser humano.


De hecho, no sólo la Iglesia no está agonizando, sino que
la doctrina cristiana representa hoy una de las autoridades mundiales más
importantes, un punto de referencia. Se abre, una vez más, un reto para que los
cristianos conozcamos mejor a Jesucristo y enseñemos al mundo a conocerlo y amarlo.
No basta con salvarnos nosotros, hace falta ayudar a hacer felices a los demás,
dando el tesoro que hemos recibido.



José Carlos Martín de la Hoz


Academia de Historia Eclesiástica



Para leer más:



José Orlandis,
Historia de la Iglesia. I. La Iglesia Antigua
y Medieval
, Ed. Palabra


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3226


Francisco Martín, Historia de la Iglesia. II. La Iglesia en la
época moderna
, Ed Palabra


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3230