La discreción de María



Aprendemos muchas cosas del  repaso del evangelio. Bien sabemos que
tiene muchas lecturas, de distinto nivel de atención o conocimientos. Un
aspecto muy concreto en el que me gusta fijarme es en la discreción de la Virgen. Pongámonos
en situación: una mujer muy joven, que vive en una aldea perdida, muy
pobre, que está desposada pero todavía no casada, y que de pronto
se encuentra con que va a ser la Madre de Dios. Supongamos que no tiene una
idea totalmente formada de quien es ese hijo que va a nacer, pero sí
sabe, a ciencia cierta, que está embarazada y que no ha sido por obra de
varón. ¡Y no se lo dice a nadie! Ni a José.


 


Podemos pensar en la tendencia
tan tremenda que existe en nuestro ambiente al cotilleo, a dar la noticia
cuanto antes, a contarlo todo, incluso hinchando un poco el contenido de la novedad. Un deseo de
contar basado en buena medida en la vanidad de darme importancia. "Yo me
he enterado de esto" y tengo que decirlo cuanto antes. O sea, un afán
inútil de novedades.


 


María va visitar a su
prima Isabel para ayudarla, y se encuentra con que ella conoce la noticia. Se sorprende
y no se le ocurre más que un canto de humildad: "Porque vio la
humildad de su esclava, por eso me llamarán bienaventurada todas las
generaciones". Y de ahí no pasa. No trasciende entre los vecinos
de Isabel, que sí están maravillados por los hechos poco normales
que rodean el nacimiento de Juan el Bautista. Pero María se mantiene en
el anonimato, compartiendo su alegría y su secreto sólo con su
prima.


 


¡Qué afán el
nuestro de contar, de decir, de marcarnos el farol! De narrar la última
sobre el vecino del 6º que es un poco extravagante. Comunicar antes que
nadie las mejoras que se van a realizar en el barrio, o los cambios de los
jefes en el trabajo. Y si me quitan la primicia me molesta. Nos estamos
contagiando de la carrera mediática por ofrecer la última en
cualquier campo, aún a costa de la inoportunidad o incluso de hacer
daño a terceros.


 


María conoce la noticia
más grande que han celebrado los tiempos y "guardaba todas estas
cosas en su corazón" como nos dice San Lucas. ¿Es posible
una actitud más distante a la nuestra con tanto afán de
correveidile? Tanto deseo de notoriedad en contraste con la humildad de
María, que es la más perfecta de las criaturas, la madre de Dios.


 


No digamos ya cuando se trata de
criticar, de murmurar, de calumniar. Pensamos que somos tan listos y tenemos
tantos datos que estamos en condiciones de enjuiciar a todo el mundo, cuando en
realidad no sabemos casi nada. Ante la duda nos quejamos de cómo hacen
las cosas los demás, murmurando en los pasillos en los descansos del
trabajo, en las reuniones de vecinos. Y lo que es más terrible,
calumniamos para dejar mal a alguien, para hacer daño, para quedar por
encima.


 


Como todas las virtudes, la
discreción exige esfuerzo y lucha, y se aprende poco a poco, pero hay
que empezar por tener clara su conveniencia. Para ello no nos vendrá mal
fijarnos más en aquella que tenía la gran noticia y no la contó
nunca.


 


Ángel Cabrero Ugarte


 


Radio Intereconomía,
20 de junio de 2008, 20,25 horas.


 


 


Para leer más:


 


Lewis, C.S. (1998) El perdón
y otros ensayos cristianos
, Barcelona, Andrés Bello


Benedicto XVI (2006) Deus caritas est, Madrid, Palabra


Pieper,
Josef (2003) Las virtudes
fundamentales
, Madrid, Rialp


Martí García,
Miguel Ángel (2001) La tolerancia,
Pamplona, Eiunsa


 


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