La Medalla Milagrosa

 

Las apariciones de la Virgen en París durante el siglo XIX que dieron lugar a la Medalla Milagrosa han sido estudiadas desde entonces en muchas ocasiones. El Padre paúl Antonio Orcajo reúne ahora en este volumen una síntesis de la historia de la Medalla Milagrosa y de la vida de Santa Catalina de Labouré. El relato es sintético pero muy completo y comprende las apariciones de la Virgen a Santa Catalina Labouré desde el 27 de noviembre de 1830, hasta su muerte y, en especial, la petición de la Virgen de que se acuñara una medalla que sirviera para la devoción de los fieles.

La lección de la vida de la vidente es una clara señal de la humildad con la que acogió los deseos de la Virgen y la sencillez y discreción con la que seguidamente actuó a lo largo de su vida; permaneciendo discretamente en las tareas que se le encomendaron. Ella veía cómo se producía la irradiación de la gracia a través de la Virgen sin sentirse protagonista de nada.

De la expansión de la medalla nos dice el autor de este trabajo: "La medalla fue acogida inmediatamente por los fieles con tanta devoción como alegría, y desde los primeros momentos de su difusión, recibieron señales sensibles de la protección de la Santísima Virgen por llevar la medalla y por rezar la oración jaculatoria que en ella se encuentra grabada" (12). Efectivamente, en 1832, se acuñó por primera vez la Medalla  y, ya en 1836, eran más de 2 millones las medallas repartidas. Especialmente, desde 1833 cuando tuvo lugar la curación de un militar en el hospital de Alençon,  el pueblo comenzó a denominarla  la medalla milagrosa, término que fue canonizado por el papa Pío XII en 1947.

La parte final de la obra, reúne una síntesis de la mariología, a través de la iconografía de la medalla: la intercesión de la Virgen, Inmaculada Concepción, con los rayos descendiendo sobre  el mundo, y en especial, por Francia, con la concesión de gracias a quienes acudan a ella y el reverso con la M de María, sostenida por una cruz y debajo los ardientes corazones de Jesús y María.

Como resume el padre Orcajo: " Destacan en la medalla, por medio de sus símbolos, verdades tan consoladoras como la fe en la Inmaculada Concepción de María, en su maternidad divina y espiritual de todos los hombres, en su intercesión incesante a favor nuestro, en su misión de Distribuidora de todas las gracias en forma de mercedes, socorros y auxilios, en su Corredención mediante la unión íntima con el Hijo Redentor, en su realeza y Señorío de todo el universo. Su maternidad y virginidad la convierten en Madre e Imagen de la Iglesia y en Madre de misericordia. El conjunto de estas verdades nos lleva a aceptar la Medalla Milagrosa como un recordatorio continuo del Evangelio y el mejor compendio del tratado teológico de mariología" (71).

Un pequeño trabajo que vale la pena releer con detenimiento.

 

José Carlos Martín de la Hoz

Antonio Orcajo, La Medalla Milagrosa síntesis de Mariología en símbolos, ed. La Milagrosa, Madrid 2014, 73 pp.