La mirada de Guadalupe

 

Hace unos años, en la postulación de la Causa de canonización se elaboró una nueva estampa de la beata Guadalupe, con motivo de la Declaración de Virtudes heroicas de la Congregación de las Causas de los Santos de Roma, por la que el papa Francisco autorizaba que se la llamara Venerable Sierva de Dios, puesto que había vivido todas las virtudes en grado heroico.

La fotografía que ilustraba dicha estampa estaba extraída de una fotografía que recogía una conversación familiar en Roma, en octubre de 1956. En la que aparecía Guadalupe, pues se había incorporado recientemente a la Asesoría Central de Roma, por su sentido común, por su experiencia práctica en España y México y por su sentido sobrenatural y, por tanto, por su buen humor y optimismo. En esa ocasión quien hablaba era tía Carmen, como la llamaban familiarmente, la hermana del fundador, quien vivía en Roma, donde tenía una pequeña casa, un villino, y donde vía los últimos años de su vida con su hermano Santiago que trabajaba de abogado en Roma. Esa tarde, Carmen volvía a los recuerdos familiares de Barbastro, y Guadalupe aparece queda, absorta y abstraída.

Es la misma mirada, aparentemente perdida, que aparece en el cuadro del Oratorio del caballero de Gracia, donde mira por la ventana al levantarse de estudiar. El artista sevillano Nacho Valdés Elizalde, ha captado esa mirada fugaz de Guadalupe, mientras acaba de terminar de estudiar y va hacia otra cosa. Los libros de la mano son de química, el resto de los libros de la biblioteca no, son de otras ciencias, y en la mesilla hay un matraz. Se la ve guapa, serena, elegante, pero lo más bello son sus ojos que expresan la riqueza de su alma y remarcan la mirada que es de contemplación.

Muchos artistas, como el pintor Antonio Oteiza que acaba de inaugurar una exposición en el Colegio Mayor Belagua de Pamplona sobre la beata Guadalupe, se han parado a captar qué miraba o en qué estaba pensando Guadalupe. En en realidad, lo que Oteiza ha descubierto es en quién estaba pensando Guadalupe: en Dios, y, de ese modo, la mirada de Guadalupe devolvía a las cosas su noble y original sentido.

Para el beato Duns Escoto y, siglos después, para Francisco Suarez. Hay una revelación natural y otra sobrenatural, como hay un fin sobrenatural y un fin natural, es decir según la “natura pura”, esas acciones humanas, meramente humanas y naturalmente humanas, como trabajar, estudiar o educar a un hijo son irrelevantes para Dios.

Santo Tomás de Aquino sostenía, por el contrario, que nada discurre al margen de Dios, puesto que una naturaleza que ha surgido de las manos de Dios y un hombre en su actuar, mediante el ejercicio de sus potencias incluso de las aparentemente mundanas, puede y debe encaminarse a Dios.

Es muy impresionante pensar que Guadalupe volvería, una y otra vez, al recuerdo de la misa del 15 de enero de 1944, en la parroquia de la concepción de la calle Goya de Madrid, cuando Jesús se cruzó en el camino de su vida y, mientras ella se imaginaba vestida de boda, Él atrevidamente le dijo: Para ti tengo otra cosa. Así empezó un camino de santidad que concluyó el 18 de mayo pasado con la beatificación de Guadalupe, cuyo santo y cumpleaños celebraremos este 12 de diciembre.

José Carlos Martín de la Hoz