Las Cartas de Pascal

 

La riqueza y profundidad del pensamiento del intelectual francés Blas Pascal (1623-1662), ha conservado, con el transcurso de los siglos, el frescor y la creatividad de su fina inteligencia, la agudeza y facilidad de sus pensamientos y, sobre todo, su audaz penetración en el mundo del corazón y de los sentimientos de los hombres, lo que le añade un punto de un enorme interés y de actualidad, sobre todo ahora, en nuestro tiempo, de la posmodernidad.

Así pues, cuando nos referimos a las Cartas de Pascal, con mayúscula, es que nos estamos refiriendo al conjunto de misivas que dirigió en forma de cartas al Provincial de los jesuitas de París y que fueron editadas posteriormente bajo ese título. Para terminar de darle forma literaria, llegaron redactadas y publicadas tanto al interesado como al público general con el falso remitente del nombre de Montalte. Están consideradas como un ejemplo genial del género literario de la sátira y de la fina ironía con el que Pascal pretendía desenmascarar el comportamiento y las ideas de algunos de los jesuitas de su tiempo y privarles, con este duro ataque de parte del prestigio social que gozaban.

La lectura de las polémicas dieciocho cartas redactadas y publicadas por Pascal entre el 23 de enero de 1656 y 21 de marzo de 1657, ha perdido mucho de interés, por la clarificación de las cuestiones en juego, muchas de ellas habladurías, difamaciones, calumnias y exageraciones de un recién converso que aprovecha para provocar y escandalizar a toda la sociedad de la época que, a la vez, que las leía tomaba postura. Eso sí, siempre manteniendo el anonimato y con algunas de las cartas de respuesta del Provincial de la Compañía que, también lógicamente, guardaba en secreto los nombres de los redactores.

Lo más sensato de las dieciocho cartas que contiene el volumen que hemos leído, es la breve respuesta del Provincial a las dos primeras cartas, fechada el 2 de febrero de 1656, e incluida en su lugar correspondiente. Pues, como afirmaba el Provincial, el fruto de este debate no fue tanto el aportar luces al problema de las relaciones entre gracia de Dios y la libertad del hombre, problema infinito, como demostró la disputa de auxiliis, sino que el fruto de las cartas de Pascal fue provocar la desconfianza del gran público hacia los jesuitas y por tanto el desdoro y la pérdida de la fama de una Institución de la Iglesia (28).

No es de extrañar que la Congregación de la Doctrina de la fe de aquel tiempo, mandara poner estas cartas en el índice de libros prohibidos, como medida cautelar, puesto que, al final de esa carta, Pascal añade la existencia de diversos pareceres en cuestiones importantes de los moralistas jesuitas, para concluir: “cada uno hace de su parecer lo probable y seguro” (66).

El último párrafo es muy significativo del grado de desconfianza generado y del motivo por el que se escribieron. Menos mal que las aguas se calmaron, pero el mensaje quedó nítido: “Dejad la Iglesia en paz y yo de muy buena voluntad dejaré de inquietaros. Pero mientras anduvierais suscitando disensiones, no temáis que falten hijos de paz, que se crean obligados de emplear todos sus esfuerzos en conservar la tranquilidad de la Iglesia” (344).

José Carlos Martin de la Hoz

Blas Pascal, Cartas al Provincial, Imprenta del Colegio de sordo-mudos, Madrid 1846