Las series y la historia

 

En estos últimos años estamos asistiendo a la consolidación del nuevo fenómeno cultural de masas; las series del siglo XXI que están triunfando y abriendo un hueco importante en el mundo cultural de la amplia clase media y en el planteamiento del ocio y en el uso del tiempo libre en nuestra sociedad contemporánea.

 Además, las nuevas series están mostrando la impresionante homogeneidad que se ha producido en muy pocos años en el mundo entero, pues las productoras están estrenándolas en los lugares más diversos del planeta con auténtico éxito.

Es un hecho ya constatado que las nuevas series con sus diversas temporadas y capítulos casi infinitos, las llamadas miniseries, las biografías documentadas de los grandes personajes históricos emitidas por capítulos, han desbancado por el momento a las grandes películas históricas del siglo XX, aquellos recordados largometrajes, y parece que terminarán por marcar otro modo de hacer el cine histórico.

La veracidad saldrá ganando sin duda, pues los asuntos pueden ser, tratados con extensión por lo menos a priori, estudiados con mayor detenimiento y documentación, con la paz y el sosiego necesario y porque la vida, como la historia, transcurre con lentitud y, por supuesto, no siempre de modo rectilíneo.

Es un deseo de los historiadores que se vuelva a la cordura, al pacto entre el lector y el productor de modo que se observe el rigor histórico y la correcta ambientación, de modo que se pueda disfrutar del verdadero cine histórico, como de la buena novela histórica, sin engaños, ni falsedades históricas. En estos últimos años se han producidos dos grandes fiascos en nuestro país, por falta de un riguroso asesoramiento, tanto en la obra Isabel, como en la serie llamada la peste, donde se adentra en una epidemia en la ciudad medieval de Sevilla.

Evidentemente, no nos referimos a cuestiones de detalle, de mera ambientación o problemas de vestuario, sino de verdaderos anacronismos, asaltos a la historia, ideologizaciones, lugares comunes y calumnias como mostrar al santo fray Hernando de Talavera, primer Arzobispo de Granada y confesor de la reina Isabel, como un hombre ambicioso y descendiente de judíos. Falsedades completas como demuestran los documentos que se conservan, por ejemplo, en la Biblioteca Nacional al alcance del que desee conocer la verdad frente a las falsedades de su enemigo el inquisidor Lucero y de los nuevos inquisidores; y todo porque salió en defensa de la verdad contra las manipulaciones de este nefasto inquisidor Lucero en su obra Católica Impugnación, contra la falsa Inquisición.

José Carlos Martín de la Hoz