El santo Padre Francisco nos ofrece en su última Encíclica, una visión integral del problema de la ecología y del cuidado del medio ambiente desde una perspectiva profunda e inusitada. Junto con un análisis serio y cuidado de los problemas medioambientales que aquejan al planeta, el Papa busca las raíces de la cuestión y aporta soluciones de gran calado, que desean orientar el trabajo de toda la humanidad. "Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo para todos. Por consiguiente, todo planteo ecológico debe incorporar una perspec­tiva social que tenga en cuenta los derechos fun­damentales de los más postergados. El principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes y, por tanto, el de­recho universal a su uso es una «regla de oro» del comportamiento social" (n.93). 

La gran aportación de la Encíclica es la perspectiva cristiana del problema y, por tanto, la búsqueda de la mirada y la conversación con Dios creador y con los demás hombres, hermanos, que habitamos en la casa común. "El cuidado de la naturaleza es parte de un estilo de vida que implica capacidad de conviven­cia y de comunión. Jesús nos recordó que tene­mos a Dios como nuestro Padre común y que eso nos hace hermanos. El amor fraterno sólo puede ser gratuito, nunca puede ser un pago por lo que otro realice ni un anticipo por lo que es­peramos que haga" (n.228)

Por tanto, la visión del Santo Padre en este trabajo es optimista y esperanzada, llena de confianza en Dios que sigue gobernando providentemente la creación, en el hombre y en la sociedad. "Pero basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común. La esperanza nos invita a reconocer que siempre hay una sa­lida, que siempre podemos reorientar el rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver los problemas" (n.60)

Es también la Encíclica una llamada a despertar, a defender la tierra en todos los planos: "El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar ade­cuadamente la degradación ambiental si no pres­tamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social" (n.48)

Como en 1871 hiciera León XIII con su Encíclica Rerum novarum, sobre los problemas humanos que estaba generando la primera industrialización, el papa Francisco reúne los análisis que se han ido realizando en estos años y los ha incorporado a la Doctrina Social de la Iglesia: "Luego intentaré llegar a las raíces de la actual situación, de manera que no miremos sólo los síntomas sino también las causas más profundas. Así podremos proponer una ecología que, entre sus distintas dimensiones, incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea" (n. 15).

Una llamada realista a ser respetuosos, templados, contemplativos: "Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin esta apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la be­lleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumi­dor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos" (n.11).

Presenta el Papa un ilusionante plan para el nuevo milenio: "Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda cons­truir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos" (n.13).

 

José Carlos Martín de la Hoz

Papa Francisco, Encíclica Laudato Si', ed. Palabra, Madrid 2015, 250 pp.