Los pastorcitos de Fátima



            Las
apariciones de la Virgen de Fátima comenzaron el 17 de mayo de 1917,
desde entonces hasta nuestros días han generado una abundante literatura
espiritual y, siguen siendo, objeto de atención.  Como decía Juan Pablo II "no
se puede hacer historia del siglo XX sin una referencia obligada a los
acontecimientos de Fátima" (p.8).


            En
el trabajo que ahora reseñamos narra las apariciones de la Virgen en la Cova da Iria, pero
se centra en los pastorcitos de Fátima que recibieron las visitas de la
Virgen y su mensaje al mundo entero. La beatificación de Francisco y
Jacinta por Juan Pablo II el 13 de mayo del 2000 y el fallecimiento de Sor Lúcia en el 2008, hacen de este libro una
investigación acerca de la santidad de los videntes. De ahí la
importancia de la documentación manejada, de un gran hondura, con datos
fidedignos y compulsados. El aparato crítico manejado hace que esta
investigación se convierta en un punto de referencia.


            Resulta
conmovedor adentrarse en el alma de unos niños y descubrir como la
gracia de Dios los fue transformando. "Es como si la Señora nos
dijera que, para vivir el mensaje de oración y penitencia, de
conversión y de solidaridad para con toda la Iglesia militante y
doliente, se hace preciso tener alma de niño, o, más
concretamente, parecerse a los Pastorcitos" (p.12).


            La
santidad de los niños de Fátima, como la de SorLúcia
no se produjo en los días de las apariciones sino en el día a
día posteriores. La santidad es conjunción de gracia de Dios y de
la libertad personal. La santidad se muestra en el grado heroico de vivir las
virtudes cristianas. En el caso de Francisco y Jacinta sucedió en poco
tiempo y en el de Sor Lúcia a lo largo de toda
la vida: "Al leer los testimonios sobre la vida de estos niños
escogidos por el Cielo para que transmitiesen al mundo revelación tan
importante, nos aparecen como niños totalmente normales. Son
niños como los otros, sin nada que externamente los distinga. Emplean el
tiempo en las mismas alegrías y diversiones, lanzan sobre el mundo la
misma mirada inocente y llena de simplicidad, y los domina la misma timidez que
a todos los pequeños" (p.12).


            Fátima
quedará unida para siempre al rezo del Santo Rosario. Así lo
pidió expresamente la
Virgen. De ahí que Juan Pablo II publicara el 16 de
octubre de 2002 una Carta Apostólica titulada "Rosarium
Virginis Mariae, sobre el
rezo del Santo Rosario. Una oración que conjuga la meditación de
los grandes misterios de la fe mientras se desgranan oraciones sencillas a la
Madre de Dios. En esa carta, el Romano Pontífice, subrayaba la perenne
actualidad del mensaje de Fátima. Como decía San Josemaría Escrivá de Balaguer: "El rezo
del Santo Rosario, con la consideración de los misterios, la
repetición del Padrenuestro y del Avemaría, las alabanzas a la Beatísima Trinidad
y la constante invocación a la Madre de Dios, es un continuo acto de fe,
de esperanza y amor, de adoración y reparación".


            La
recitación frecuente, diaria, del Santo Rosario, se ha convertido, por
tanto, en camino de santidad. Así empezó en la Edad Media y así
continuará hasta el final de los tiempos.


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


Manuel Fernando SOUSA E
SILVA, Los pastorcitos
de Fátima
, ed. Homolegens, Madrid
2008, 415 pp.