Mujeres del Siglo XXI

 

La doctora en Ciencias Químicas, Guadalupe Ortiz de Landázuri (1916-1975), perteneció a ese grupo de personas que, por haber correspondido en 1944 a su vocación en el Opus Dei, abrieron, con la gracia de Dios y la orientación de san Josemaría, un camino nuevo de santidad en medio del mundo a través del trabajo profesional y de las actividades ordinarias del cristiano.

Precisamente, porque san Josemaría al impulsar el querer de Dios de iluminar el mundo desde dentro, no hacía distinciones entre hombres y mujeres, lanzó a aquellas primeras del Opus Dei, con las debidas medidas de prudencia, a las mismas aventuras sobrenaturales que a los varones  y, por supuesto, con la misma ilusión que expresaban estas ilustrativas palabras: “Dios necesita un grupo de mujeres valientes”. Por otra parte, ellas con gran naturalidad, porque Dios así lo quería, se lanzaron a hacer realidad el querer de Dios, con confianza total en Dios y en san Josemaría, con la misma naturalidad con la que brota el agua de un manantial.

Lo más interesante, no es que lo afirmaran o que formularan propósito firme, sino que sencillamente lo realizaron con la gracia de Dios. Precisamente, el próximo 18 de mayo de este año, Guadalupe será beatificada y con ella lo será la primera mujer y el primer laico del Opus Dei. Es decir, ese camino de santidad estará nuevamente canonizado. Guadalupe será modelo e intercesora para un camino de santidad abierto a cristianos de toda clase y condición, estén donde estén, aunque como Guadalupe tenga un trabajo intenso y obligaciones familiares y personales que atender.

Podemos preguntarnos qué había para enseñar en 1944 cuando Guadalupe entró por primera vez en el único centro de mujeres del Opus Dei del mundo entero aquel 25 de enero. La respuesta es tan simple como esta: nada y todo. Nada, porque apenas había personas y medios. Y todo, porque estaba la santidad de san Josemaría que se fue contagiando, por la gracia de Dios, hasta el día de hoy

Así pues, Guadalupe y las demás, trabajaron en la Universidad, en tareas de administración de empresas, colegios u universidades, en la familia, en el campo o en la industria. Construyeron residencias de estudiantes, promovieron centros para formar a la juventud y dispensarios médicos, pusieron en marcha editoriales y llevaron imprentas. Viajaron por el mundo entero sin hombres que las acompañaran y protegieran. Es decir, hicieron del trabajo un encuentro con Dios en medio de la calle y resolvieron con toda sencillez la cuestión de la vida contemplativa que planteaba san Josemaría en 1967: "Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir" (San Josemaría, Conversaciones, n.114).

Si desde la perspectiva sobrenatural llevaron a cabo, por la gracia de Dios, labores colosales, humanamente inexplicables: como encontrar vocaciones, provocar conversiones, formación cristiana y obras de misericordia. Desde la perspectiva humana, hicieron, con la gracia de Dios, divinos los caminos humanos de la tierra. No se detenían ante la falta de medios materiales, porque solo pensaban en ser fieles a la voluntad de Dios y ejemplares en su servicio, lo demás, el dinero, los edificios, los medios, ya llegarían.

El secreto era y será siempre el mismo; cuidar la propia vida interior, dedicar tiempo y constancia a la formación personal. No solo preparar y realizar las normas y costumbres del espíritu del Opus Dei con complicidades divinas y esfuerzo diario y humilde. También, empeñarse en leer, estudiar y saborear las fuentes: la Sagrada Escritura, los Padres de la Iglesia, los escritos del Fundador y de los grandes santos de la Iglesia de Dios.

José Carlos Martín de la Hoz