Narrar lo cotidiano y no aburrir

 

                Escribir una novela sobre la vida cotidiana no es nada fácil. De una historia, de una película, de un cuento se espera algo de tensión, de sorpresa, de fantasía, de drama, de intriga, de emoción…, y esto en la vida cotidiana no suele suceder u ocurre en contadas ocasiones, pues abundan los días muy parecidos a otros, las costumbres, los horarios, los trayectos que se repiten, con variaciones insignificantes que, para cada uno de nosotros, tendrán su sentido y su importancia, pero que, para un espectador ajeno, resultan acciones carentes de interés o aburridísimas. Si se estrenara una película que consistiera simplemente en proyectar las imágenes que una cámara va grabando de las entradas y salidas de una sucursal bancaria, durante ciento veinte minutos de un día cualquiera en una ciudad cualquiera, lo más probable es que a los cinco minutos se hubiera vaciado la sala.

            R. C. Sherriff (1896-1975) consigue contar sobre lo cotidiano –hasta cierto punto–en La quincena de septiembre, que se acaba de reeditar (Palabra, 2015) y que fue un gran éxito cuando se publicó en 1931. Señalo que hasta cierto punto porque nos narra las vacaciones de una familia inglesa en la playa y, por tanto, se trata de hechos que se salen un poco de lo cotidiano. Pero, hecha esa salvedad, el autor logra atraer el interés del lector sobre unos acontecimientos absolutamente normales: los preparativos, el viaje, la estancia y el regreso de una familia londinense de clase media de principios del siglo pasado, que lleva años acudiendo al mismo sitio y repitiendo los mismos planes con pequeñas variaciones, condicionadas por el clima, según sea soleado o lluvioso. De hecho, en la novela, una invitación imprevista a tomar el té  desconcierta y desazona tanto al matrimonio como a sus tres hijos.

            El autor logra su objetivo con un lenguaje claro y con unas notables dotes de observación, con las que consigue describir muy bien el ambiente y las costumbres y retratar a los protagonistas, que no son clichés sino personajes de carne y hueso, vivos, normales, con virtudes, defectos, pequeñas manías…, pero buena gente con la que el lector termina encariñándose.

 

Luis Ramoneda

R. C. Sherriff (1896-1975) La quincena de septiembre (Palabra, 2015)