¿Por qué amar a la Iglesia?

 

Es interesante que periódicamente los cristianos nos volvamos a hacer esta pregunta capital que nos acerca al significado profundo del ser de la Iglesia y de su importancia en nuestras vidas y que se responde con las palabras de Jesús el día de la Ascensión: “yo estaré con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28,20).

Asimismo, conviene que nos hagamos esta pregunta para poder responder y recordar con mirada de fe y dando gracias a Dios, por la suerte que tenemos de poseer esta familia espiritual, tan extendida por toda la tierra, en una unidad de fe, en sucesión apostólica con los primeros apóstoles y compuesta de hombres y mujeres de toda clase y condición, pero gobernada por el Espíritu Santo y llena de santos que interceden por nosotros en el cielo, que se purifican en el purgatorio y que trabajan codo con codo con nosotros por la salvación de sus almas en esta tierra.

Precisamente, porque la primera ruptura importante en la Iglesia sucedió en el cisma de Focio en el comienzo del siglo XI y eso condujo a la desconfianza con parte de la Iglesia de Oriente y que de hecho continua desgraciadamente ese terrible desafío para restañarlo con oración y trabajo ecuménico.

Asimismo, se reprodujo el desgarro llegado el siglo XVI, con Lutero que había comenzado por proponer una reforma de la Iglesia y terminó por provocar una reforma de la fe, en el sentido eclesiológico más profundo, pues introdujo de nuevo la desconfianza radical en las mediaciones; la de la Tradición, la del magisterio, la de la teología, la de los sacramentos y la de la Virgen y los santos.

Una Iglesia tan espiritual e invisible que dejó al hombre en la soledad más profunda y en la desconfianza calvinista terrible de la predestinación, es decir la conciencia de un Dios arbitrario al más puro estilo nominalista.

De hecho, después de las guerras de religión y de la ruptura de Descartes, primero se introdujo el agnosticismo que es la desconfianza de Dios y luego se llegó al ateísmo y al mundo de las ideologías.

Precisamente, con la próxima canonización de Newman el próximo 13 de octubre, el papa Francisco recordará que el camino de vuelta al ecumenismo, a la confianza en la Iglesia de Jesucristo llegó a través de la vuelta a la lectura y a la escucha completa de la Revelación de Jesucristo el hijo de Dios con el movimiento de Oxford que devolvió la confianza en la razón y en la tradición entregadas al Magisterio de la Iglesia para llevarnos a la casa de Dios que es la Iglesia donde reina la Virgen Santísima, Madre y Asiento de la Sabiduría.

Asimismo, hemos de recordar el Concilio Vaticano I y el recordatorio de que el Espíritu Santo gobierna la Iglesia y cuenta con el magisterio ordinario del Santo Padre y de los obispos del mundo entero en plena comunión con él. Precisamente la infalibilidad Pontificia y la sinodalidad han devuelto la confianza en el magisterio pontificio, como se comprueba por la difusión de sus escritos y enseñanzas hasta haberse convertido en la primera autoridad moral del mundo.

José Carlos Martín de la Hoz