Prudencia y señorío

 

Uno de los temas más interesantes que plantea la visión cristiana de la vida y de las relaciones humanas, es la estrecha relación que existe entre la verdad y la prudencia, pues no siempre están todos preparados para oír un análisis completo y fidedigno de la situación, pero tampoco se debe faltar a la verdad.

Para desentrañar este misterio, contamos con la magnífica y extensa obra del aragonés y jesuita español Baltasar Gracián (1601-1668), cuyo perenne éxito se refleja y constata en las sucesivas reediciones de sus obras desde el siglo XVII, hasta la que ahora presentamos, ya al inicio del siglo XXI.

En concreto, deseamos referirnos al “Oráculo manual o el arte de la prudencia”, una aparente y sencilla composición de una serie de aforismos, trescientos, recogidos por un jesuita aragonés en el siglo XVII, que trasmite el fondo teológico y de valores morales de su tiempo. En ese libro, como si fuera un añadido al libro de la sabiduría, podemos encontrar pistas para ejercitar el arte de la virtud de la prudencia en las relaciones humanas.

En primer lugar, Gracián nos recuerda a lo largo de sus interesantes y meditadas reflexiones, cómo el hombre, por cristiano, no puede olvidad de la dignidad de la que ha sido dotado: imagen y semejanza de Dios: “saber con recta intención asegura fecundidad de aciertos” (n.16).

Además, hemos de señalar enseguida, que el auténtico fin último del hombre, lo que da sentido a todo, es que en su vida y en sus acciones y en sus amores procure dar gloria a Dios: “No hay mayor señorío que el de sí mismo, de sus afectos que llaga a ser triunfo del albedrio” (n. 8).

Inmediatamente, recordará Gracián en otro de sus aforismos, que la verdad, por su propia naturaleza, siempre se acaba desvelando y, por tanto, imponiéndose en el concierto público: “lleva una ventaja lo sabio, que es eterno; y si este no es su siglo, muchos otros lo serán” (n.20).

En cualquier caso, nos recuerda nuestro autor, es muy importante sopesar las cosas, sobre todo cuando hay diversas interpretaciones posibles o, sencillamente, es complejo el análisis: “La reflexión en el proceder es gran ventaja en el obrar: no hay mayor argumento del discurso. La mayor perfección de las acciones está afianzada del señorío con que se ejecutan” (n.45).

Finalmente, subrayará, es importante mantener la sonrisa y cierta gravedad en el porte, como el sopesar los juicios: “Conócese la prudencia en lo serio, que está más acreditado que lo ingenioso. El que siempre está de burlas nunca es hombre de veras. Igualámoslos a éstos con los mentirosos en no darles crédito: a los unos por recelo de mentira, a los otros de su fisga. Nunca se sabe cuándo hablan en juicio, que es tanto como no tenerle” (n.76).

José Carlos Martín de la Hoz

Baltasar Gracián, El arte de la prudencia. Edición de Emilio Blanco, ed. Ariel, Barcelona 2015, 143 pp.