Tradición e Historia



            La
lectura serena y atenta de las Cartas de San Pablo arrojan un resultado
sencillo y claro: son Cartas. Tienen un autor, un destinatario, contienen
soluciones a problemas concretos, muestran afecto. Esta valoración es
válida para enmarcar las ideas que queremos desarrollar seguidamente y
el tono sereno en el que deseamos expresarnos.


Este análisis está corroborado
por la primera literatura cristiana. Como señala San Policarpo en su
segunda carta a los Filipenses: “Porque ni yo ni nadie semejante a
mí es capaz de competir con la sabiduría del bienaventurado y
glorioso San Pablo; quien, estando entre vosotros, enseñó puntual
y firmemente la palabra de la verdad a cada uno de los hombres de entonces, y,
ausente, os escribió una carta, con cuya lectura podréis
edificaros en la fe que os ha sido dada
(S. POLICARPO, II Carta a
los Filipenses
, en Padres Apostólicos, ed. Ciudad Nueva, Madrid 1996
, III,1).


Los historiadores deseamos contribuir a
superar el clima de desconfianza, con el que se han leído los textos
sagrados en los últimos años.
Para muchos exegetas la Teología y la Patrística son mera
ideología que influye en la hermenéutica y la hace
fundamentalista. Claro que ellos no logran tampoco superar su propio contexto.
Como dice Benedicto XVI, proyectan en Jesús su propio pensamiento. Por
otra parte es interesante como los filólogos se contradicen unos a otros
en los significados, léxicos y contextos. Como dice Santiago Guijarro:
“La historia comenzaba cuando el pasado ya no estaba vinculado a la
memoria viva de un grupo. La historia sería, entonces, memoria
fosilizada, una categoría en que Halbwachs
incluía también la tradición”.
Santiago GUIJARRO en AA.VV, “Reimaginando los orígenes del cristianismo”, ed. Verbo divino, Estella
(Navarra) 2008, p.200.


Verdaderamente los enfoques de determinados
exegetas, de llevarse al extremo, acabarían con la historia de la
Iglesia antigua, pues tienden a problematizar  todas las fuentes que poseemos. Aducen
el método filológico, cuando, en realidad abusan de él
Ya se quejaba Orígenes de esto en el siglo III: “Para
acusar nuestra doctrina. Celso cree lo que bien le parece de lo que está
escrito, pero niega crédito a los Evangelios para no tener que aceptar
la divinidad [de Jesucristo] que tan claramente afirmada aparece en los mismos libros”.
ORÍGENES, Contra Celso,
ed.  BAC, Madrid 2001, I, 63
)


 Como es sabido, detrás de los
ataques a las Cartas Paulinas y, en general, al Nuevo Testamento, hay -por
parte de algunos autores- una pretensión de vaciar de contenido la
historicidad de la Iglesia, y, por tanto, de socavar el fundamento de la propia Iglesia:
“Estos nuevos significados platean preguntas críticas sobre el
desarrollo de las instituciones de la tradición cristiana y,
especialmente, sobre las legitimaciones que estas instituciones
históricas han tenido en el pasado y siguen teniendo ahora; es la
cuestión relevante de estos estudios
(Carmen BERNABÉ en AA.VV, “Reimaginando los orígenes del cristianismo”, op.cit., p.19).


Sigamos leyendo las Cartas Paulinas en este año que la Iglesia
dedica a San Pablo y podremos seguir aprendiendo y grabando en nuestras almas
sus enseñanzas.


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


Rinaldo FABRIS, Pablo, apóstol de los gentiles, ed.
San Pablo, Madrid 1998.


Herranz, M. (2008) San Pablo en
sus cartas
, Madrid, Encuentro