Un canto a la vida

 

En una tertulia literaria del pasado mes de enero, José Ignacio, uno de los participantes, nos animó a acudir a la Sala Arapiles 16, de Madrid, para asistir a la representación de Óscar o la felicidad de existir del dramaturgo francés Éric-Emmanuel Schmitt –en versión de Juan José de Arteche, con dirección escénica de Juan Carlos Pérez de la Fuente–, patrocinada por la Universidad Internacional de la Rioja, cuya meritoria labor en pro del teatro ya he elogiado en otras ocasiones. El pasado viernes pude hacerlo con tres amigos.

Mereció la pena y pienso que todos los que acudimos ese día salimos conmovidos. Se trata de un monólogo en torno a la enfermedad de un niño, en fase terminal. Yolanda Ulloa realiza un trabajo portentoso, para dar voz y gestos a los diversos personajes que integran la obra, con un texto muy bien estructurado, vivo, tenso, lleno de momentos muy impactantes, en los que se plasma la fuerza insustituible del teatro, como interpelación o como catarsis.

Además, el planteamiento de Schmitt es original y su mensaje esperanzador, a pesar del dramatismo del tema, porque lo plantea como un acercamiento al gran misterio del dolor y de la muerte desde la perspectiva cristiana, a la luz de la redención obrada por Jesucristo con su pasión, muerte y resurrección, en forma de cartas que el niño escribe a Dios, animado por Mami Rosa, su cuidadora, la otra gran protagonista del drama. Canto al amor, a la generosidad, al perdón y a la esperanza, que seguirá en cartel hasta finales de este mes de febrero.

Luis Ramoneda