Un gobernante cristiano

 

Si algo es indudable en la vida y en la acción de gobierno del rey Felipe II (1527-1598) es el alma cristiana que se manifiesta en todos y cada uno de sus quehaceres, como en el modo de plantearse sus actividades, sus descansos e incluso sus amores.

Se podrá encontrar defectos, falta de maduración, exceso de gobierno personal, demasiado afán por tomar decisiones y seguirlas, sobre todo en las dimensiones de un imperio tan gigantesco, de modo que sus modos de hacer fueron prontamente superados, tal y como le había ocurrido a su padre, pero ambos eran conscientes de que debían dar cuenta a Dios de su gobierno para salvar su alma y no solo a las diversas cortes del reino para pedir dinero.

El trabajo colectivo que ahora presentamos, obra de diversos y afamados investigadores de diversas universidades de ambos lados del atlántico, tiene un gran calado y altura de horizontes, pues desean abordar el fondo espiritual y moral del monarca y de sus colaboradores. Que tenga tanto contenido, es fruto granado de un esfuerzo de conjunto magníficamente dirigido, por el profesor titular de historia moderna de la Universidad de Valencia, Juan Francisco Pardo Molero,

Es indudable que el monarca buscaba, como se afirma en el proemio del libro de las Partidas de Alfonso X el sabio, la salvación de sus súbditos: “en semejante contexto intelectual, que hacía de la virtud y la ética los referentes máximos de la labor de gobierno, era natural que este se concibiera como el medio que debía favorecer las condiciones propicias para la vida virtuosa” (11)

El otro gran parámetro del trabajo de gobierno de Felipe II, heredado sin duda de su padre, pero también de los planteamientos de la teología renovada en la Universidad de Salamanca y plasma da en el Concilio de Trento es el respeto exquisito de la virtud de la justicia y de sus partes potenciales.

Tanto en el descubrimiento de las nuevas tierras y gobierno de ellas, como en las relaciones entre los reinos y sus inveteradas tradiciones jurídicas, sus fueros, sus costumbres, como entre el fundamento de los nuevos impuestos, se halla una profunda mentalidad jurídica, como se puede observar en muchos de los trabajos que ahora presentamos.

Aunque el autor desee expresarlo con significativas palabras, en realidad la cuestión es mucho más honda, pues Felipe II y sus colaboradores se sometían a juicios de residencia, pues deseaban ser solo administradores de los bienes y de las libertades que debía unir en la construcción de una sociedad justa, caritativa y que se dirigía a la salvación: “El lugar principal que la justicia ocupaba entre las obligaciones de gobierno se plasmaban en la definición del príncipe como fons iustitiae y su asociación a conceptos y símbolos que lo ligaban a esta virtud” (13).

José Carlos Martín de la Hoz

Juan Francisco Pardo Molero (ed), El gobierno de la virtud. Política y moral en la monarquía Hispánica (siglos XVI-XVIII), ediciones Fondo de cultura económica, México 2017, 402 pp.