Violencia e Islam

 

Las conversaciones entre el poeta, escritor y pensador sirio Adonis, según es llamado en occidente a  Ali Ahmad Said Esber, y la catedrática de psicología de la universidad de París, Houria Abdelouahed, sobre la Violencia e Islam, han sido editadas recientemente por ediciones Ariel y merecen, al menos, un breve análisis.

En primer lugar, hay que reconocer que resulta sorprendente el lenguaje valiente, fuerte, descarnado, claro y profundo, con el que se atreven a analizar la situación en el mundo árabe tras la llamada “primavera árabe”.

Desde el arranque del trabajo queda claro que la división acaeció en el Islam desde el comienzo del mismo y que se convirtió en radical desde el momento de la sucesión de Mahoma, convirtiendo el mundo musulmán en sectas separadas y enfrentadas desde entonces.

Así pues, reconocen los autores que en el mismo nacimiento del islam, que significa unidad, se instauró la cultura del entendimiento dentro de la división, pues desde entonces, hasta la actualidad, la división en la interpretación del Corán, en las decisiones políticas de los musulmanes, en el mundo jurídico y en el modo de desarrollar la vida religiosas. No existe, ni existirá una autoridad suprema en el Islam.

En segundo lugar el libro aborda el problema de la violencia como faceta política, cultural e intelectual desde el califato hasta nuestros días. De ahí que en el arranque de la conversación se aluda claramente al fracaso de la primavera árabe en la mayoría de los lugares donde ha tenido lugar, pues solo han podido algunos regímenes, pero no ha logrado un cambio en las estructuras sociales y en el régimen de libertades (14).

La ignorancia y el alto nivel de analfabetos sigue siendo determinante para el futuro de muchos países del mundo árabe: “La gran mayoría de la población árabe todavía está dominada por la ignorancia, el analfabetismo y el oscurantismo religioso” (15).

Enseguida se añade que “el islam se fundamenta en tres principios esenciales. El primero que el profeta Mahoma es el sello de los profetas. El segundo que las verdades transmitidas son, en consecuencia, las verdades últimas. El tercero, que el individuo o el creyente no tiene nada que añadir ni que modificar, sino que debe contentarse con obedecer los preceptos. El poder ha demostrado, a lo largo de la historia, que este siempre ha velado por la inmutabilidad y esta perpetuación de la concepción religiosa que acabo de mencionar” (18-19).  Un poco más adelante añade: “el pensamiento árabe, incluso el calificado como moderno, sigue siendo dogmático y prisionero del espíritu de la tribu. No hay nada que cambiar, nada que cuestionar. Todo debe ser como antes, fijo, inmutable” (27)

Respecto a la violencia en el Corán, nuestro autor no tiene inconveniente en señalar que: “La violencia está intrínsecamente ligada a la venganza. Son las leyes de la tribu que se ven incorporadas al más allá. El suplicio no conoce la muerte” (53).

Es más, dejan claro que la religión va a ser utilizada para actuar y mantenerse en el poder. “la violencia se convirtió en una estructura religiosa, cultural, política y social. Esta estructura es la que siempre ha reinado. Hasta hoy” (56).

Finalmente, deseamos recordar unas palabras que dichas por un intelectual, tienen hoy más fuerza que nunca: “El pensamiento islámico tradicional ha mostrado siempre su hostilidad y su odio contra la filosofía. Nosotros volvemos a la violencia en tanto que historia, en tanto que pensamiento, en tanto que visión del mundo. La reflexión filosófica no tiene su lugar porque la Revelación, como ya he dicho y repetido muchas veces, estipula que el profeta de los musulmanes es el sello de los profetas, que ha dicho las verdades últimas, que el humano no tiene nada que decir o añadir” (63-64)

 

José Carlos Martín de la Hoz

Adonis, Violencia e Islam, ediciones Ariel, Barcelona 2016, 186 pp.