Virtudes cotidianas y ética social

 

En el extenso e importante trabajo de investigación de corte sociológico, llevado a cabo por el equipo dirigido por el profesor Michael Ignatieff, ensayista, académico y expolítico liberal canadiense, profesor de las más prestigiosas universidades del mundo, se analizan algunas cuestiones de alto nivel y, a la vez, diversos conflictos violentos y renuentes de nuestra sociedad.

Asimismo, Michael Ignatieff, detalla, pormenorizadamente, la relación privilegiada entre lo que él denomina las virtudes cotidianas y la ética social, lo que realiza especialmente en las conclusiones de su extenso trabajo, puesto que los diversos apartados del mismo, se reducen a relatar, con todo detalle, unas cuantas situaciones muy lamentables del mundo actual.

En primer lugar, abordando la cuestión global, a lo largo del libro se deslizaba una pregunta común a los diversos problemas narrados en las páginas de este libro, que se podría explicitar del siguiente modo: de los tres elementos estudiados a lo largo de la investigación; los derechos humanos, la ética global y las virtudes cotidiana: “¿Qué autoridad prevalece en cada situación?” (261).

La respuesta no es fácil por lo genérico de la pregunta, pero el abordaje podría realizarse del siguiente modo: nuestro autor inmediatamente después de plantear la pregunta, señalaba que “las virtudes cotidianas libran una batalla a perpetuidad con los vicios cotidianos. Sin la constante tentación interior de tales vicios -la crueldad, el odio, el poder y la lujuria-, las virtudes no serían lo que son, una victoria, ni siquiera temporal, de lo mejor sobre lo peor de nosotros mismos” (277).

Un poco más adelante, volverá sobre esta relación entre vicio y virtud, como si estuviéramos en la ética general abordando el problema del mal, es decir entre el bien y el mal moral: “Estamos enzarzados en una batalla contante con los vicios cotidianos. En el ámbito público, los conflictos por el poder, los recursos, el estatus y la importancia son permanentes, y muchos de ellos no se resolverán con argumentos sino a sangre y fuego”.

Es lógico, después de todos los problemas narrados con todo detalle, que añada algo evidente, pero que suele olvidarse: “Nuestros lenguajes morales no comparten la misma historia, y son muy lentos -como debe ser- el olvido de la humillación y la injusticia que un sistema moral, en su orgullo, ha impuesto a quienes se adhieren a otros sistemas” (279). Finalmente, concluirá: “Compartimos igualmente las virtudes cotidianas, y sabemos reconocerlas a pesar de nuestras diferencias, son cotidianas porque se ocupan de los elementos esenciales y recurrentes de nuestra vida en común, porque expresan nuestros instintos aprendidos acerca de lo que la vida moral requiere de nosotros si queremos sobrevivir y preservar la vida de la familia, del vecindario, los familiares y los amigos” (280).

José Carlos Martín de la Hoz

Michael Ignatieff, Las virtudes cotidianas. El orden moral en un mundo dividido, ediciones Tauris, Barcelona 2019, 335 pp.