Amor a Cataluña

Colección de textos sobre Cataluña en su relación con el resto de España, producidos por el autor después de la Guerra Civil (entre 1939 y 1942). Giménez Caballero se detiene en dos figuras, dos barceloneses muy separados en el tiempo: el poeta renacentista Juan Boscán y el neucentista Eugenio D'Ors (Xenius).

El autor se refiere a los antecedentes en Cataluña de la Guerra Civil, a las pulsiones separatistas y afirma su amor hacia esa región española: "Quisiera que este libro llevase miel al corazón de Cataluña (...). Pensad de todo menos que España -por mi corazón- no haya rendido la comprensión y el cariño que debía a Cataluña" (pág.9).

Ediciones

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1942 Ediciones Ruta
226
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Afirma Giménez  Caballero que desde su juventud había estado preocupado por Cataluña: "Desde adolescente me angustió la situación de Cataluña ante la situación española" (pág.9). "La Cataluña de entonces -años 1926 a 1931- tenía un reproche constante frente al pueblo de España, frente a lo castellano: incomprensión. Según aquella Cataluña nuestro pueblo no entendía el caso catalán, ni el alma catalana, ni el problema de las tierras ibéricas, ni la lengua de Barcelona" (pág.18).

"Un madrileño (se refiere a sí mismo), viendo el peligro tremendo que se preparaba en Cataluña contra España, corrió a Barcelona para pedir concordia, comprensión mutua y colaboración, logrando fundar una revista bilingue y atraer catalanes en homenaje a Madrid y castellanos en homenaje a Barcelona" (pág.168). Pero la Guerra Civil arrastró a Cataluña a la batalla: "Habíamos acudido con emplastos de papel. Con esparadrapos. Con inútiles caricias. Con remedios comprensivos, literarios, políticos y liberales. Dejamos que los sabios doctores aplicasen unguentos pacifistas, federales, republicanos y autonomistas. Pero aquello resultó una desgracia y España entró en su colapso definitivo" (pág.218).

El autor hace un repaso a las sublevaciones habidas a lo largo de la historia en Cataluña contra la Monarquía y los Gobiernos de España, y las atribuye a la distancia entre las dos capitales españolas, a la vecindad de Cataluña con Francia, al romanticismo decimonónico y la debilidad del poder central (pág.150). Pide un clima de cariño: "Dejad críticas, chistes, pasatiempos malévolos, caras agrias y rencores mezquinos" (pág.38). De persistir en esa actitud se volverá al enfrentamiento: "Las mismas causas producirán los mismos efectos ¡y es mucha la sangre derramada!" (pág.103).

Afirma que "en todas partes hay posibilidades de hechos diferenciales: En Alemania e Italia. En Inglaterra o Francia" (pág.8). Se pregunta si las heridas han quedado definitivamente cicatrizadas después de la Guerra Civil: "Hay quien afirma que las heridas no están cicatrizadas aún, que en los fondos rencorosos del subconsciente histórico alientan gérmenes de disociaciones futuras, de divorcios a la larga" (pág.222). Hemos podido ver cómo los que albergaban ese temor no se equivocaban.

El libro tiene mucha retórica, como corresponde a la época en la que fue escrito, pero hace las preguntas que todos nos hemos hecho alguna vez: ¿A qué obedece el fenómeno nacionalista y la desafección hacia un país -España- que ha sido leal con todas sus regiones y ciudades? Giménez Caballero todavía vivió bastante como para conocer la Constitución de 1978, elaborada en gran medida para satisfacer a las regiones periféricas -las supuestas tierras ibéricas- y aprobada mayoritariamente en Cataluña. Sin embargo no llegó a ver el hecho más importante sucedido en Barcelona en el siglo XX y en el que más se volcó el Estado español: las Olimpiadas de Barcelona de 1992.