Anatomía de una epidemia

El título de esta obra hace referencia al incremento que se ha producido, en el último medio siglo, en el diagnóstico de enfermedades mentales. El autor estudia su crecimiento en relación con el uso de los psicofármacos. Se pregunta si el uso indiscriminado de estos medicamentos no será causa de enfermedades más que un instrumento de curación.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2015 Capitán Swing
450
978-84-943816-7

Subt.: Medicamentos psiquiátricos y el asombroso aumento de las enfermedades mentales.

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Los argumentos que utiliza Whitaker son los siguientes: 1º. Muchos de estos medicamentos producen adición en los pacientes, que se ven así condicionados para el resto de sus vidas. En el momento en el que tratan de prescindir de ellos, se producen crisis más importantes que aquellas que se trataba de curar inicialmente. De la misma forma se desconocen todos los efectos secundarios. La experimentación en ratones permite estudiar algunos parámetros externos y a corto plazo, por ejemplo el control de la agresividad, pero obviamente no las consecuencias psicológicas tales como la angustia o los impulsos suicidas. En todo caso, está claro que los psicotrópicos no actúan de igual forma en todos los sujetos, por lo que prescribirlos sistemáticamente puede ser nefasto para algunos pacientes.

2º. La hipótesis de los desequilibrios químicos del cerebro y su corrección farmacológica no pasa de ser una teoría conveniente. No se sabe cómo se producirían y cuáles son las consecuencias a largo plazo de actuar sobre ellos. Por otra parte, esta hipótesis desconoce que las enfermedades psiquiátricas tienen su base en la psique -suma de los principios intelectuales y emocionales del sujeto- y que pueden obedecer a factores desencadenantes y condicionantes externos. Sobre estos elementos se puede trabajar, antes de intervenir en algo tan delicado y todavía desconocido como es el cerebro humano. Existen alternativas a los psicofármacos como son la psicoterapia, el ejercicio físico, los grupos de autoayuda o colocar al paciente en un entorno menos estresante. De esta forma los fármacos serían un factor coadyuvante, no el único.

3º. El uso de los psicofármacos se realiza frecuentemente para que los pacientes sean más manejables; es decir, en beneficio del entorno, no del propio paciente. Ello estará justificado en determinados supuestos de peligrosidad, pero no en todos los casos. Por ejemplo el llamado trastorno por déficit de atención en los niños (TDAH) se corrige ordinariamente con el paso del tiempo, mediante un proceso de maduración y adaptación. Convertirlos desde temprana edad en pacientes psiquiátricos medicados puede ser cómodo en un momento determinado, pero supone desconocer la naturaleza humana y privar a esos jóvenes de ganar en autocontrol y adaptación a su entorno.

4º. Las estadísticas sobre el éxito terapeutico de los psicofármacos están falseadas y codicionadas por los intereses económicos de los Laboratorios farmacéuticos. Estos obtienen, en ocasiones, hasta el cincuenta por ciento de sus beneficios con este tipo de fármacos.

Nos encontramos ante un libro de divulgación, una voz de alerta sobre el uso de los psicofármacos, accesible a cualquier lector. El autor ha realizado una labor de investigación y expone casos reales; no obstante, sus conclusiones hay que relativizarlas y tomarlas con sentido común. El libro puede tener interés para profesionales del sector e incluso para familiares de este tipo de enfermos. Robert Whitaker es periodista.