Creo, creemos. ¿Qué es la fe?

El acto de fe en Jesucristo tiene siempre consecuencias: hay mártires que derraman su sangre por esa fe; otros, también santos, ven transformada su vida. Un planteamiento serio de la fe tiene su mayor desafío en la experiencia coherente de los creyentes. Este libro se estructura en torno a Dios, en quien se cree; al hombre, que realiza un profundo ejercicio de racionalidad y libertad; y a la Iglesia, donde se recibe, se vive y se celebra la fe.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2008 Rialp
264
978-84-321-3703-7

Colección Vértice

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El ambiente cultural en el que vivimos plantea a la fe cristiana retos antiguos y nuevos. Entre éstos últimos se encuentra el de la necesidad de dar respuesta a una presentación deformada del hecho de creer y de las actitudes del creyente, que con frecuencia se hace presente en una opinión pública fuertemente influenciada por las tendencias impuestas por los medios de comunicación. “¿Y qué dice la opinión publica sobre la fe cristiana?” – se pregunta el autor del presente ensayo en las páginas introductorias. Y responde: “Muchas cosas, sin duda, pero se pueden resumir señalando los términos que se asocian con ella. Las connotaciones “canónicas” o más bien tópicas que, según algunos, acompañan a la fe suelen ser: preferencia por el pasado, oposición a la ciencia y a la razón, autoridad e imposición, irreal, ingenuidad, intolerancia…” (p. 10). Este retrato desfigurado del creer parece extenderse hoy capilarmente en todas las direcciones alcanzando numerosas expresiones socioculturales de nuestra civilización occidental. Incluso las mentes y los corazones de los creyentes carentes de una formación teológica suficiente, pueden sentir con virulencia una suerte de indefensión a causa de la carencia de capacidad crítica para dar razón de su esperanza (1 Pe 3,15).

Esta nueva obra del Profesor César Izquierdo nace con la pretensión de clarificar los aspectos básicos del creer cristiano. Una parte de las ideas recogidas en estas páginas han visto ya la luz en los capítulos dedicados a la fe de su manual Teología Fundamental (Pamplona, 1998), que va por su tercera edición (Pamplona, 2008). Otras reflexiones provienen de los cursos sobre el acto de fe que el autor ha impartido en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra en la que desarrolla su actividad docente e investigadora, así como de otras intervenciones en conferencias y coloquios celebrados dentro y fuera de España. El conjunto de todos esos materiales una vez renovados, enriquecidos y reorganizados en siete capítulos , ha dado como resultado un ensayo consistente y ágil, de claridad de ideas y atento a la realidad cultural actual.

En el primer capítulo el autor afronta directamente el tema de la racionalidad de la fe para intentar encuadrar el acto de creer en el espacio epistemológico adecuado y responder a la cuestión “¿qué significa creer?”. El análisis comparativo entre fe humana, fe religiosa y fe cristiana hace que emerjan sus elementos comunes y sus rasgos específicos, permitiendo una posterior exploración de las diversas maneras de entender la racionalidad.
Los datos positivos que ofrecen la Escritura, la tradición teológica y el magisterio eclesial son objeto de estudio en el capítulo siguiente. En la voluntad del Prof. Izquierdo está el ofrecer sintéticamente los elementos esenciales acerca de la naturaleza de la fe que aparecen en las principales fuentes teológicas, los cuales conforman los materiales básicos para una teología del acto de fe. Enriquece este apartado una referencia al pensamiento sobre al fe de cinco autores pertenecientes a distintas corrientes filosóficas –I. Kant, F. Schleiermacher, S. Kierkegaard, M. Blondel y G. Marcel que han influido desde diversas perspectivas en la teología contemporánea de la fe.

Después de estos dos capítulos iniciales, que vienen a ser como un marco introductorio de toda la obra, el autor pasa a ocuparse de las tres dimensiones específicas del acto de creer: teologal, antropológico-racional y eclesial. La primera de estas dimensiones, el carácter teologal de la fe, constituye el núcleo y la base de la fe cristiana. Dios es el objeto y el fin de la fe. Esto es lo que hace de ella una realidad totalmente novedosa y absoluta en el hombre, más todavía si se considera el aspecto cristológico y trinitario del Dios cristiano. ”El creyente se dirige a Dios en quien cree y a quien cree. Un acto de fe de este tipo reúne características que lo hacen completamente original, diverso de cualquier otro tipo de fe meramente humana. La fe en Dios, a su vez, se apoya en unos presupuestos que tienen que ver fundamentalmente con el modo de concebir el ser de Dios y el del hombre. Esa fe se especifica en cuanto fe cristiana, es decir, fe en el Dios de Jesucristo, e donde le viene una esencial caracterización trinitaria y cristológica” (p. 91). Al considerar este aspecto teologal surge inmediatamente la pregunta sobre la relación entre la verdad y el misterio de Dios: ¿es el creer simplemente la aceptación ciega de una realidad oculta y misteriosa? ¿Es acaso un salto irracional que exige al hombre la renuncia a sus capacidades más propias? El autor de este ensayo no esquiva estas cuestiones teológicas fundamentales. Las páginas que dedica a la relación entre fe y misterio –verdad y misterio, relación y misterio , (pp. 109-120) arrojan en su brevedad unas luces interesantes para la comprensión de la racionalidad del acto de creer y de la misma dimensión escatológica del conocimiento de fe.

El estudio de la dimensión antropológica del creer apunta a aquellos elementos que hacen que la fe sea verdaderamente no sólo un acto humano sino también humanizante. Sin embargo, como escribe el autor de la obra, “la condición auténticamente humana del creer, su racionalidad y dignidad, aparecen hoy problematizadas por los críticos de la revelación y de la religiosidad” (p. 121). En efecto, para algunos constituye una abdicación del vivir auténtico: una actitud temerosa o cobarde ante la realidad de los enigmas de la vida y de la muerte; una huída de la responsabilidad histórica; una resignación ante el mal, etc. Para la actual cultura secularizada, la fe es más bien una algo irrelevante, meramente anecdótico, inscrito en el ámbito de lo cultural, lo supersticioso o lo infantil, y, en todo caso, desconectado de lo más específico y elevado de la persona. Estas visiones tan extendidas acerca del acto de creer “son deudoras –señala Izquierdo de una visión reduccionista de lo humano y con frecuencia de presupuestos materialistas y ateos” (p. 122) que reclaman una explicación detenida del carácter plenamente humano de la fe: “(…) cuando el hombre cree en Jesucristo, ejercita lo que es más específico de su ser, aquello que sólo él puede hacer. Sólo las personas humanas pueden creer” (p. 123).

Esta misión de clarificación es la que se realiza en los capítulos cuarto y quinto del ensayo. El primero de ellos está dedicado más específicamente a la estructura epistemológica del acto de fe y, concretamente, a la articulación de la inteligencia y la voluntad humanas en su dinámica propia. Una comprensión adecuada de este dinamismo humano y sobrenatural, cuyo núcleo es el amor, permite afrontar con serenidad la clásica cuestión del analysis fidei, distanciándose de las posturas más problemáticas que en la historia de teología no han logrado soslayar los inconvenientes del fideísmo o del racionalismo. El análisis anterior se prolonga con un capítulo complementario sobre la experiencia cristiana de la fe en el que el C. Izquierdo ofrece unas reflexiones atinadas y sugerentes sobre esta categoría compleja. “Entre fe y experiencia se da una cierta circularidad: la experiencia vivifica a la fe, y la fe da contenido y finalidad ala experiencia. Una fe separada de la experiencia sería una fe muerta, algo que sólo parcialmente merecería el nombre de fe; una experiencia cristiana sin fe teologal estaría vacía y no podría ir más allá d la propia subjetividad” (p. 159).

De especial interés resulta en nuestra opinión el capítulo dedicado al carácter eclesial de la fe. Los motivos de este juicio son de diversa naturaleza, pero todos ellos convergen en el acierto que ha tenido el autor al subrayar la importancia de esta dimensión de la fe cristiana en la encrucijada histórica actual. Por un lado, en efecto, es sabido que una de las principales dificultades a las que la fe cristiana se enfrenta hoy en día es precisamente la imagen falsa o deformada de la Iglesia difundida entre la opinión publica. Ello hace que pueda resultar dificultoso para muchas personas acercarse al cristianismo. Incluso entre los católicos puede darse la tentación de sucumbir ante la manida sentencia Cristo sí, la Iglesia no: por no sentirse identificados plenamente con lo que ella propone; por pensar que lo esencial de la fe es la relación directa y personal con Dios, sin intermediarios; por considerar que sólo la propia razón es instancia de conocimiento verdadero y fuente de autoridad, etc. Frente a todas estas posturas es necesario reafirmar el carácter eclesial de la fe, y no sólo en cuanto acto humano, sino también en cuanto al mismo objeto de la fe el Dios Uno y Trino-, que no es ni reconocible ni alcanzable sino en relación a la Iglesia: “El objeto de la fe es Dios, pero a Dios que se revela en Cristo lo encontramos en la Iglesia, mediante la fe de la Iglesia. La Iglesia no se encuentra, evidentemente, al nivel de Dios ni se puede comparar con el sujeto creyente. La importancia de la Iglesia reside en que participa de la mediación de Cristo y en consecuencia ella es el camino por el que llegamos a Dios” (p. 195). El autor realiza un acercamiento preciso y certero a las relaciones entre revelación, fe e Iglesia, y completa sus reflexiones con unas sugerentes ideas sobre las diversas expresiones eclesiales de la fe: el testimonio, la formulación dogmática y la liturgia.

El capítulo final de la obra aborda una cuestión de gran actualidad relacionada con el fenómeno de la increencia, que plantea a la Iglesia un desafío sin precedentes: la nueva evangelización. La necesidad de un renovado impulso evangelizador exige una profundización sobre el itinerario teológico de acceso a la fe. El autor no pretende ofrecer fórmulas de conversión o recetas prefabricadas sobre el camino hacia la fe, sino más bien exponer ordenadamente los elementos teológicos básicos que fundamentan y articulan la dinámica del acto de creer en el hombre y la mujer. Cuestiones clásicas como la relación entre gracia y libertad, el motivo formal de la fe, la razonabilidad del creer, el papel del testimonio en la credibilidad de la fe, o los elementos básicos del itinerario teológico hacia la fe, son analizados con agudeza en este apartado de la obra.

Tras una lectura atenta de este libro es factible percibir el panorama realista en el que se inscribe el creer cristiano a través de la relación de interdependencia entre las tres dimensiones del acto de creer estudiadas: teologal, antropológica y eclesial. Todo intento de separación o aislamiento de cualquiera de ellas ofrecería una imagen imperfecta de la fe cristiana, como acertadamente advierte el autor en Introducción. “Independizar, por ejemplo, la dimensión eclesial de la fe de las otras dos llevaría a una fe que no sería más que imposición de una instancia humana. Lo mismo podría decirse de la dimensión teologal: sin referencia eclesial y antropológica sólo podría significar un aplastamiento del hombre. Si finalmente, se aislara el elemento antropológico, la fe no dejaría de ser mera proyección de la subjetividad. El acto cristiano de fe es, en consecuencia, esencialmente y al mismo tiempo teologal en cuanto es humano y eclesial; humano en cuanto teologal y eclesial; eclesial en cuanto teologal y humano” (p. 12).

Un público muy variado interesado en profundizar en el cristianismo encontrará en estas páginas una presentación franca y asequible sobre la naturaleza de acto de creer, en sintonía con las dificultades y los retos del presente contexto cultural.

El autor ha sabido escoger un estilo que se adapta a las exigencias críticas de la alta divulgación teológica, alcanzando de este modo un amplio margen de posibles lectores, que abarca desde los más curiosos, deseosos de introducirse en el misterio del creer cristiano, hasta aquellos más versados en la materia que suspiren por un ensayo ágil y fecundo que les facilite una puesta al día sobre una cuestión teológica fundamental, puesto que “la fe es atmósfera, luz, horizonte en los que se desarrolla la vida” (p. 11)

El autor ha sabido escoger un estilo que se adapta a las exigencias críticas de la alta divulgación teológica. De este modo, un público muy variado encontrará en estas páginas una presentación franca y asequible sobre la naturaleza de acto de creer, en sintonía con las dificultades y los retos del presente contexto cultural: tanto los más curiosos, deseosos de introducirse en el misterio del creer cristiano, como aquellos más versados en la materia que busquen una puesta al día sobre esta cuestión teológica fundamental.