De la cárcel a Torreciudad

Cumplida su condena de cárcel, Fernando peregrina al Santuario de Torreciudad decidido a ofrecer a la Virgen este sacrificio y a hablar de Dios a quien encuentre en el camino.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1989 Palabra
144
2013 Ediciones Palabra
978-84-7118-611
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Por razones que no se explican en el libro Fernando cumple una condena de carcel de veinte años. Está casado y tiene dos hijos. Comienza a cartearse con un sacerdote y con otro grupo de internos trata de vivir una vida cristiana en la cárcel. Ha prometido a la Virgen de Torreciudad que irá a visitarla, andando, cuando le concedan la libertad, y ese día ya ha llegado.

Desde la carcel de Alicante hasta Torreciudad (Huesca) hay setecientos kilómetros. Fernando divide el viaje en veinte etapas; quiere visitar los santuarios que encuentre por el camino, saludar a antiguos compañeros de prisión y hablar a todos de Dios y de su Madre Santísima. Al final del recorrido, en Barbastro (Huesca), le esperan su familia y el sacerdote con el cual se ha carteado durante todos estos años. Nada le ata. Por el camino dormirá en pensiones, en casas de amigos o al raso si no hay más remedio. En la mochila un ejemplar de Camino, de San Josemaría Escrivá, una libreta para anotar sus pensamientos, una cámara de fotos y una cantimplora para beber, porque la historia transcurre en los meses de julio y agosto.

Fernando tiene gancho para hablar de Dios. Unos le escuchan con incredulidad: alguien, medio mendigo medio caminante, que les habla de Dios y ni siquiera es sacerdote. Otros reaccionan negativamente, como el peluquero que le estaba afeitando y le levantó de la silla cuando Fernando sugirió que con esa profesión podía ser santo. Un vendedor de botijos que un momento antes le había ofrecido agua, casi la última que tenía, al oirle hablar de la Virgen amenaza furioso con agredirle: "Le disculpo -concluye- porque no sabe quién soy yo, pero váyase". ¿Quién será ese hombre cuyo corazón está tan lleno de rencor?

Pero no todos los casos son iguales. Entre los árboles, al borde de la carretera, un niño le pide que le acompañe a casa. Sus padres recogen basura y a él le cuida su abuelo. No, no va a la escuela, no ha estudiado el catecismo ni sabe quienes son Jesús y María. Cuando Fernando le habla de la madre de Jesús el pequeño salta: "¡Si la tengo en mi habitación! Papá la encontró en el basurero, la limpió y la puso ahí". En el pequeño cuarto un cuadrito de la Virgen del Pilar cuelga de la pared. Antes de marcharse Fernando pide al niño que repita con él: "Jesusito de mi vida, eres niño como yo...".

No viene al caso que repita entero este relato maravilloso, porque sinó ¿qué gracia tendría leerlo?